diario de grog

Publicado: 21:41 14/01/2011 · Etiquetas: boss, jefe, agonico, dolor, videojuego · Categorías:
Shufflepuck Cafe fue un título desarrollado inicialmente para Macintosh. Le siguieron sus versiones de Amiga, Atari y Dos. El juego consistía en retar a los clientes del local a una partida de air hockey al mejor de 15 puntos. Los puntos se lograban introduciendo la pastilla en el campo contrario con la ayuda de una especie de taco rectangular que el jugador controlaba con el ratón. Para elegir a tu oponente sólo tenías que hacer clic encima de uno de los nueve personajes del bar.

Guardo un grato recuerdo de este café y de su inhabitual clientela… pero también un recuerdo de rabia porque aquí me enfrenté a uno de mis primeros jefes agónicos. En mi diccionario, un jefe agónico es aquel que te plantea una batalla larga, intensa, muy igualada y con el que estás a cara de perro hasta el final de la partida. Sabes que contra un jefe de estas características las opciones de ganar están fifty-fifty y que la victoria final se decidirá en el último punto y al límite de tus capacidades físicas y mentales.

A continuación, expongo un pantallazo del juego tal y como yo lo conocí, con los personajes numerados desde el más fácil (1) al más difícil (8). Entre ellos está ÉL.

Adelanto que el número 0 es un caso especial, ya que este oponente tenía la curiosa estrategia de copiar tus movimientos de forma exacta, por lo que sólo tenías que esperar a cogerle desprevenido y lanzarle un zambombazo de vez en cuando. Así lo hacía yo al menos.



Mi más odiado personaje en este juego era un auténtico cerdo. Y digo bien al llamarlo cerdo, porque eso es lo que era: un puerco. Un puerco con galones. El número 6. Seguramente el diablo pasó por ahí y le regalo uno de sus números a mi querido amigo militar porcino.

Como se puede ver, los números 7 y 8 son los que yo considero más difíciles, especialmente el número 8 por ser el más salvaje y agresivo de todos. Pese a ello, no había dolor en mis derrotas frente a ninguno de estos dos monstruos. Simplemente me pegaban unas palizas de espanto que encajaba sin demasiado dolor.

Sin embargo, mi querido jamón con patas era una historia distinta. Los partidos solían ser tan igualados que la victoria se decidía en el último punto. Y cuando él ganaba esbozaba una sonrisa burlona y movía una de sus cerdas orejas. Era insoportable. Pero cuando yo ganaba… era el summum.

Publicado: 20:27 10/01/2011 · Etiquetas: Cine, doblaje · Categorías:
Siempre ha habido una cuestión en los doblajes de las películas de Hollywood al español (de España) que me ha parecido bastante curiosa. ¿Por qué los actores de ciertos países extranjeros son doblados con acentos estereotípicos? En mi opinión, el caso más sangrante es el del ciudadano francófono.

Imaginemos que un actor encarna a un ciudadano parisino en una típica película de acción palomitera norteamericana. Este personaje será automáticamente doblado al español con el típico acento francés. En cambio, los actores yanquis hablan un español estándar perfecto, como si hubieran nacido y vivido toda su vida en Toledo. Un ejemplo inspirado en una de esas películas:

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Protagonista yanqui: Buenos días, me gustaría hablar con el señor Morisette. ¿Puede usted decirme si se encuentra en su despacho?
Recepcionista francés: lo ziento, el señog Mogiset ce ha aucentado pog unoz minutoz, monsieur. ¿Quieje ustej que le deje algún menzaje?

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Además, para que la cosa quede más clara, en muchas ocasiones se dejan ciertas palabras sin doblar, como pueden ser “mezié”, “mon dié”, “mejd”, “zut”… a modo de coletilla marca de la casa. Fif la Fgranz!

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