Publicado: 18:27 26/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: Análisis
“Había una vez en una tierra lejana una pequeña aldea llamada Kamiki. La leyenda narra la existencia de Orochi, un malvado demonio de 8 cabezas que aterrorizaba a sus gentes, y de cómo un lobo de pelaje blanco como la nieve dio su vida para proteger la aldea; su nombre era Shiranui. El lobo derrotó a Orochi y trajo tiempos de paz y prosperidad para Kamiki y sus habitantes; pero Shiranui fue herido de muerte y tras el feroz combate falleció. A partir de entonces los aldeanos le estuvieron eternamente agradecidos a Shiranui y lo veneraron como a un Dios. Pero 100 años después del legendario enfrentamiento una sombra se extiende rápidamente por todo Nippon trayendo muerte y destrucción a su paso… Solo una intervención divina podría salvar el desastre…” ... Así da comienzo Okami, la genial creación que nos ofrecen los chicos de Clover Studio. Con Okami viviremos un cuento con marcadas referencias hacia la mitología japonesa. El juego nos pone en la piel de la Diosa del Sol Amaterasu reencarnada en la forma del legendario lobo Shiranui con la que deberemos recorrer las tierras de Nippon para liberarlas de la oscuridad que las cubre. En nuestra aventura conoceremos a un sinfín de personajes carismáticos, la mayoría de ellos sacados de la mitología japonesa, que iran haciendo su aportación a esta magistral historia. De entre ellos cabe destacar a Issun, un duendecillo charlatán que dice ser un artista errante en busca de los secretos de la escritura celestial, que nos acompañará a lo largo de nuestra aventura. Nuestra misión consistirá en devolver la vida a las tierras de Nippon que han sido consumidas por la oscuridad y erradicar la fuente del mal. Para ello nos serviremos del poder del Pincel Celestial, mediante el cual podremos, entre otras cosas, hacer florecer árboles, brotar el agua o eliminar obstáculos de nuestro camino. Para ello Clover ha ideado un novedoso sistema mediante el cual debemos “dibujar” para interactuar con el entorno; al mantener pulsado el botón R1 el tiempo se detendrá y usaremos el stick analógico y un botón para dibujar sencillos trazos que nos servirán para crear o modificar distintos elementos; así pues, podemos dibujar un “círculo” en el cielo para hacer aparecer el Sol o trazar una línea horizontal sobre una piedra para dividirla en dos. Pero el pincel celestial no gozará de todo su poder desde el inicio de la aventura (como era de suponer), por lo que Amaterasu e Issun deberán buscar 13 técnicas celestiales que se encuentran repartidas por todo Nippon y reunirlas para combatir al malvado Orochi. Dispondremos de gran libertad para movernos por los bellos paisajes de Nippon. La estructura de Okami recuerda a la de los Zelda, con exploración y mazmorras a partes iguales. Los puzzles no faltarán y, gracias al pincel celestial, la gran mayoría de ellos se resolverán de forma original. El juego goza además de numerosas búsquedas secundarias (o side-quests) que básicamente consitirán en ayudar a las gentes de Nippon y con las que obtendremos distintas recompensas. La dificultad irá incrementando ligeramente con cada nueva zona que exploremos, aunque en ningún punto llega a suponer un reto. Los enemigos vienen representados por “pergaminos” a lo largo del mapeado. Podemos esquivarlos fácilmente para evitar enfrentamientos, pero si tocamos (o nos tocan) dichos pergaminos entraremos en el modo batalla, en el cual gozaremos de un área limitada para atacar a los adversarios que vayan apareciendo. En los combates nos serviremos de 3 armas básicas: "Espejos", "Rosarios" y "Espadas"; cada una con sus características particulares. Además podremos aplicar nuestras habilidades con el pincel celestial contra los enemigos dando a los combates una mayor frescura. Nos costará un poco habituarnos a la dualidad del combate cuerpo a cuerpo unido a una correcta utilización del pincel, pero una vez hayamos dominado los principios básicos, los combates nos serán cuanto menos adictivos. Lo único que podemos puntualizar en los mismos es que a veces, y en combates más avanzados, podemos perder de vista a Amaterasu y a los enemigos en medio del tumulto y la confusión creada por la aglomeración de contrincantes, técnicas y efectos varios; pero es algo que no ocurre con frecuencia. Dispondremos también de un buen repertorio de ítems y a medida que avancemos en la aventura podremos mejorar los atributos de Amaterasu incrementando su nivel de vitalidad, el medidor de tinta para el pincel celestial…, adquirir nuevas armas o ir aprendiendo nuevas técnicas, tanto para el combate cuerpo a cuerpo como para nuestro peculiar pincel. Gráficamente, el juego es una maravilla visual y goza de una calidad artística sobresaliente. Las secuencias que siguen al florecimiento de un área gozan de una belleza sin precedentes. Nippon está creado enteramente en Cel Shading (técnica que imita el dibujo con trazos a mano) y no nos cansaremos de contemplar los coloridos paisajes de las tierras que lo componen. Junto con el diseño artístico, el argumento es el otro punto fuerte de Okami; a los pocos instantes de juego nos encontraremos sumergidos una la trama que nos hará creer que estamos viviendo un cuento japonés. Los personajes que lo componen gozan de un carisma sobrecogedor. Eso, unido a su clara caracterización y diseño hacen que no se tarde en cogerles cariño. Mención especial requiere nuestro pequeño compañero Issun cuyos peculiares diálogos son, de largo, los más divertidos e ingeniosos de todo el juego. Pero en la historia no solo reside uno de los puntos fuertes del juego, sino también su mayor pero, y es que los textos no han sido traducidos a nuestro idioma, por lo que se nos presentarán en inglés (pudiendo optar además por francés o alemán). Esto puede condicionar a muchos usuarios a la hora de decantarse por jugar a Okami, ya que seguir la historia es vital para poder disfrutar este juego con total plenitud. Sin duda, y a estas alturas, no traducir al español una joya como la que nos ocupa es algo inconcebible, y esto nos produce una mayor indignación al comprobar que, en cambio, el juego si que ha sido traducido a los idiomas francés y alemán. La música nos muestra melodías de corte japonés que acompañan al juego correctamente, sin destacar sobre los demás apartados del juego aunque algunas de ellas pueden ser más características que otras, como pueden ser las melodías de batalla (especialmente contra los jefes finales), la que nos acompaña al recorrer las praderas de Shinshu Field o la melodía característica de cuando nuestro pequeño Issun sale a escena. En cuanto a la duración, el juego se puede extender por encima de las 40 horas (aunque esto siempre depende del jugador), pero la trama principal se ve enriquecida con numerosas side-quests, por lo que llegar a completar el juego al 100% nos llevará por encima de las 50 horas de diversión. Por otro lado, y tras completar el juego podremos desbloquear interesantes extras en función de si hemos o no cumplido unos requisitos previos. Conclusiones Clover Studio nos ofrece una aventura que será recordada como una experiencia única, rebosante de calidad artística y narrada magistralmente bajo un guión cuidado al detalle. Es difícil no enamorarse ante la belleza y la magia de Okami. Por contra, es una verdadera lástima que esta joya no nos haya llegado traducida, pudiendo esto presentar un gran condicionante para los usuarios que no dominen el inglés. No obstante, es intachable citar que estamos ante una obra maestra, uno de esos juegos que se recordaran eternamente con un cariño especial y uno de esos juegos que te justifica el por qué de que nos guste tanto este mundillo. Valoración Gráficos: 10 Sonido: 9 Jugabilidad: 9,4 Duración: 9,6 Argumento: 10 Valoración final: 9,6 Special Thanks: A mi novia, por regalarme esta joya y animarme a realizar el análisis. Publicado: 08:28 04/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: Anécdotas videojueguiles
Qué dificil es hacer tu primer artículo…! Y el que os diga que a él no le costó nada, os está mintiendo!! Siempre que te enfrentas a algo nuevo en la vida debes de lograr romper el hielo inicial... y encontrar la manera de hacerlo no suele ser tarea facil. Esto, por absurdo que parezca, se extiende hasta para el hecho de abrir tu primer artículo en un blog. Dice un amigo mío que las buenas películas siempre empiezan por el final… pero tras la escena, los hechos siempre se remontan al principio “al origen todo”, a aquella primera vez… Y es de eso sobre lo que me gustaría hablaros.
¿Cómo empezó todo? ¿De donde proviene esa atracción hacia los videojuegos? Son preguntas que todo aficionado a los videojuegos debe hacerse alguna vez. Rara vez podemos sumergirnos en los recuerdos de cuando eramos pequeños y cuando lo logramos estos suelen ser vagos y confusos, aunque a veces un “olor” o un “sabor” pueden despertar imagenes de nuestra más temprana edad. Particularmente, no recordaba cual fue el primer contacto que tuve con este mundillo ni como me interesé por él, pero hace no demasiado encontré ese olor que me lo enseñó. Nunca he sido muy goloso, y hacía años que no los probaba, pero hace algun tiempo, y por un antojo esporádico, me apeteció comprar un Bollycao que, para mi sorpresa, me invitaría a navegar por uno de esos recuerdos que han permanecido año tras año en completo letargo. Un Bollycao… su aroma y sabor característicos crearían en mi un “flashback” que me transportaría en el tiempo (así, a pelo, sin De Lorean ni nada) al patio de mi antiguo colegio, en el que pasé mis primeros años de enseñanza (colegio que actualmente está demolido). Corrian finales de los 80’ y principios de los 90’. A esas edades, toda la clase siempre estaba pendiente de una cosa… y no era del profesor/a, sino de la sirena que anunciaba la hora del recreo; nada más escuchar esta, salíamos en estampida a jugar al patio, como si la clase estuviera en llamas. Se recuerdan con cariño los típicos partidos de futbol “Los del A” contra “Los del B”… considerando que pudieran calificarse como partidos de fútbol, ya que más bien eran una mezcla de rugby y lucha americana donde la existencia de reglas era más bien anecdótica; una nube de renacuajos en una melé tratando de patear un balón que se hallaba en el centro de la montaña de escolares. Ante tal derroche de juego en equipo, el gol dependía básicamente de 2 factores: - De que el esférico, de manera milagrosa, saliera del tumulto y cayera al “esperamonas” que, apoyado en el palo de la portería, aguardaba el momento para empujar el balón y atribuirse el mérito del tanto. - O bien que la entera masa de medio-metros nos metieramos de lleno en la portería rival o, en el peor de los casos, en la propia. Tras la pequeña batalla campal todos nos dispersabamos para reagruparnos de nuevo con nuestro grupo de amigos más afines, buscar un sitio para sentarnos a almorzar y dar descanso a nuestras sufridas espinillas. Generalmente, mi madre me solía preparar bocadillos para el almuerzo. Ella siempre ha tenido buena mano para la cocina, así que muchas veces terminaba compartiendo “pellizcos de bocata” con los amigos. Por contra, la mayoría de mis amigos almorzaban a base de bollería industrial, y uno de los productos más demandados de aquellos días eran los Bollycaos. Muchos traían consigo pegatinas, generalmente de futbolístas de la época; por algun rincon de mi casa aun debe estar el album de la liga en la que Camacho y Hugo Sánchez figuraban como jugadores merengues. Nunca me había interesado especialmente por los Bollycaos, pero el marketing que Panrico hizo con los adhesivos en su producto para atraer a los escolares empezó a hacer efecto en mi cuando los rostros de Camacho y Hugo Sánchez fueron sustituidos por unas pegatinas que seguian dos patrones. El primero con una cuadríula en líneas grises sobre fondo blanco y el segundo con la misma cuadrícula en líneas grisaceas pero esta vez sobre fondo negro. Superpuesto a dichos fondos, se podían observar ilustraciones (mejores o peores) entre las que recuerdo algunas como la de Rambo III y Spiderman (de moda por la época) y una que especialmente me llamó la atención por la simpatía de su diseño. Se trataba de una especie de erizo azul que se hacía llamar “Sonic”. Bollycao tras Bollycao fui haciendome con varias pegatinas que iba repartiendo por mis carpetas, cuadernos y libros de colegio. Aunque mentiría si no confieso que alguna vez se me han llegado a extraviar pegatinas al quedarse “enganchadas” en la espalda de algun profesor… Poco a poco me iba intersando más y más por lo que dichas pegatinas representaban hasta que un día un amigo me quería enseñar su nuevo “juguete”. La invitación no me abarcaba a mi solo, así que un par de amigos y yo nos dirigimos a casa del anfitrión a ver de qué se trataba. Una vez allí, nos mostró el juguete en cuestión. Sobre la mesa del comedor había una caja cuyo diseño seguía el mismo patrón que la cuadrícula gris sobre fondo blanco de mis pegatinas. Pero es lo que había junto a esta lo que iba a ser el centro de atención. Se trataba de un aparato negro en su totalidad salvo por algunas palabras en tonos claros. Las más grandes estaban situadas en el centro del mismo, sobre una superficie que parecía de un material distinto y en las que se podía leer: “SEGA Master System II”. La cara de tonto cuando estás ante algo nuevo, no te la quita nadie, pero la verdadera sorpresa fue cuando vimos que en la televisión de mi amigo aparecía un personaje orejudo, con cara de mono que daba puñetazos a todo lo que se movía, jugaba al piedra-papel-tijera, y que, para más inri, era controlado por nuestro anfitrión. Había oido “cosas” sobre algunos ordenadores en los se podía jugar con lo que mostraban en sus pantallas interactuando a traves de sus teclados (un ordenador por aquella época era poco menos que un privilegio), pero aquella fue la primera vez que veía como una tele podía usarse para jugar mostrando algo que poco tenía que ver con las emisiones televisivas de la época. Nuestro anfitrión, tras una breve explicación (asi como si llevara jugando toda la vida), nos invitó a probar el invento. Cuando me llegó el turno, depositó en mí el dispositivo rectangular del cual nos había dicho que servía para controlar al simpatico orejudo a través de una cruceta y 2 botones. La primera vez que pulsé aquellos botones fue realmente excitante. Ver reflejados en la pantalla del televisor los movimientos que (torpemente) le transmitía fue una sensación única. Por supuesto, tras pasar una tarde jugando a “Alex Kidd: in Miracle World” en el recién estrenado juguete de mi amigo, la posición del día siguiente en mi casa fue clara y predecible. “Mama… Papa… Quiero una Master System II!!”… Ni que decir tiene que la respuesta fue igual de clara y predecible: “NO” y que esta se prolongó durante una buena temporadita. Bueno, miento, más bien fue un “NO” mientras que mis padres no sabían lo que era el aparato en cuestión. Luego, y una vez conocedores de que se trataba de una consola, la respuesta cambió a: “AHORA SI QUE NO”. Igual si me hubiera mantenido calladito como un niño bueno hubiera conseguido una Master System II antes… pero ese nunca ha sido mi estilo. Cuanto follón no daría durante cuanto tiempo que finalmente me la regalaron, eso sí, bajo una condición: “Te la compraré, pero que sepas que es la primera y la última vez que te compro una maquinita de estas”; esas fueron las palabras de mi padre que, como bueno hombre de palabra que és, las cumplió a rajatabla, no solo la primera parte, sino también la segunda y es que a día de hoy la Master fue la única consola que me han comprado mis padres, el resto siempre han corrido por mi cuenta. El momento tan esperado al fin había llegado. En una tienda de electrodomésticos me esperaba mi Master System II. Fui directo a por su caja de cuadríula gris sobre fondo blanco pero al agarrarla algo llamó mi atención. Algo era distinto a la que yo había visto en casa de mi amigo; se trataba de un adhesivo sobre sobre la caja de la consola el que se veía al simpático erizo azul de mi pegatina del Bollycao junto a un texto que rezaba: “Incluye juego Sonic The Hedgehog”. Mis ojos se llenaron de júbilo al contemplar que iba a disfrutar de un 2º juego además del del mono orejón. Mientras yo seguía babeando, mi madre, como bien acostumbra, trataba de regatear con el vendedor, no recuerdo si con éxito o no, ya que mis sentidos, lógicamente, estaban en otro sitio. Así fue como jugar a la Master System II (y posteriormente a las Consolas en general) se convirtiría en mi hobby preferido, aunque aun hay una pregunta cuya respuesta se me ha quedado en el tintero ¿Por qué de esa aficion a los videojuegos? ¿Qué es lo que tienen? ¿Por qué me gustan?... Las respuestas me llevarían demasiadas lineas y el reloj ya no acompaña… Quizá la próxima vez, por hoy me rindo ante el sueño… Buenas noches, amigos Fay Masters |
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