Publicado: 07:41 01/07/2011 · Etiquetas: · Categorías: Anécdotas videojueguiles
Corrían principios de los 90 cuando mis padres me regalaron mi primera consola. Se trataba de una Sega Master System II y aunque no fue mi primer contacto con los videojuegos, si que supuso mi salto definitivo al mundillo.
Con ella disfruté de innumerables horas de diversión acompañado de juegos como Sonic, Ninja Gaiden, Fantasy Zone, Streets of Rage, Castle of Illusion, Golden Axe, Spellcaster... entre otros. Pero desgraciadamente mi Master System II terminó falleciendo y los (pocos) juegos que tenía acabaron dispersados, cual bolas de dragón, en el ir y venir de los distintos intercambios entre amigos Pasó el tiempo y el destino quiso que, 20 años después, me reencontrara con ella. Es cierto que tras nuestra separación ha habido otras, pero ella siempre fue la primera y su recuerdo nunca me ha abandonado... Fue en una pequeña tienda de segunda mano donde la ví y no pude resistirme a volver a tenerla. El coste de su liberación me resulto barato: 15 €, y más teniendo en cuenta que su estado era más que envidiable. Sin duda es la consola a la que mayor valor sentimental y nostálgico le tengo. Me enseñó una vertiente del ocio que marcaría mi vida y me inició en él demostrándome que los videojuegos podían ser divertidos (hasta entonces no me habían llamado la atención y jugar a consolas como la Atari 2600 me dejaban indiferente). Que lleve ya más de 20 años en el mundillo se lo debo, en gran parte, a Master System II. Y la mejor forma de agradecérselo era volviéndola a tener. Ahora conserva un puesto de honor en mi estantería junto a otra joya sentimental: Wonder Boy III: The Dragon’s Trap, mi primer juego adquirido para Master System II al que también tengo un cariño enorme y que volví a recomprar unos meses atrás. Mi primera consola, mi primer juego y yo volvemos a estar juntos. Y esta vez no volveremos a separarnos. |
Blogs en Vandal · Contacto · Denunciar Contenido