En la generación del realismo, de los shooters, de la sangre, de lo directo y de lo casual parece que todo lo demás no tiene cabida. Pero hubo un tiempo en el que los juegos no destacaban por ser realistas, sino por ser mágicos. Y algunos estamos aquí gracias a habernos enamorado de las sensaciones tan especiales que esos juegos nos transmitían.

Lamentablemente esa esencia se ha ido perdiendo con el tiempo y el protagonismo lo han tomado otro tipo de juegos.

Pero de vez en cuando surgen pequeños milagros, pequeños fragmentos de luz que se abren paso entre la oscuridad. Vienen a tu rescate, para llevarte de vuelta a ese mundo mágico que ya apenas recuerdas y que algunos confunden con la nostalgia... Vienen para llevarte a la misma esencia de los videojuegos, esa por la que amas este mundillo. Vienen para llevarte a casa.

Xenoblade es uno de esos milagros.



No hay nada más reconfortarte para un jugador que reencontrarte con esas sensaciones. Hacía mucho tiempo que no experimentaba esa magia. Lo que si que recuerdo es lo mucho que me gustaba sentirme así...