Categoría: Tristeza Un atardecer en París
Pero no uno más, para mi pesar. No poco me cuestan estas palabras mientras las lágrimas empujan por salir. Un final siempre es un principio, pero no necesariamente uno que me tenga que gustar. Y aquí me encuentro, sintiendo que quizás odio en lo que me estoy convirtiendo... o en lo que creo que me estoy conviertiendo. Al fin y al cabo... si ya no puedes ver el camino que hay delante... aquel camino que dibujan las ilusiones, aquella añoranza que hacía de estrella guía por muy oscura que fuera la noche... ¿Dónde quedan ahora las melodías que, como lágrimas mecidas en el viento, acariciaban suavemente mi rostro? Ahh... aquellas alas blancas y doradas... aquello sí era poesía, dulce poesía con inocencia azul, y transparente, y... y muchas cosas... demasiadas cosas... qué bonito fue creer cada segundo en ellas... lo que daría porque mis ojos brillasen de nuevo con un azul tan intenso... soplar las velas, cerrar los ojos, soñar de nuevo... en tu oscuridad, en tus alas, con tu velo, con tus sábanas. Era inevitable que estas cascadas amaneciesen tarde o temprano, aquí estoy derramando sueños gota tras gota, pero ya no los veo cuando se alejan, ni cuando se acercan, ni sé si están o no, porque ahora ya no sé qué soy. Ayer, hace tiempo, habría añorado que me abrazases... sin duda esto terminaría en un deseado abrazo, en un anhelo ilusionado de que mis ojos volviesen a brillar, en una clara esperanza, triste, pero verde... mas hoy, con el tiempo marchito, la nieve gris, el aire sucio y la rosa arrancada, no será así. El final será un punto, sincero y pesado, tras el cual más pesar y más incertidumbre rondarán, intentando dilucidar si odio en lo que me estoy convirtiendo, si he perdido la noción del bien, dónde se fueron a llorar mis hadas... y... quién soy yo. Ya ni me creo. El Sena, teñido de inmenente soledad (18 de Febrero de 2008). Esto pretendía ser una crónica de mi viaje a París. Ha sido imposible. |
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