Tenía pensado actualizar el blog con una entrada sobre música (concretamente con mi Top50 de música videojueguil), pero con el comienzo que ha tenido el día de hoy, la verdad es que no se me apetece mucho acabar ese post en estos momentos.

Hasta principios de este verano tenía tres cobayas: Josefina, Kiss y Rocky (abuela, madre e hijo), además de mi tortuga, Piti, y mi perra, Nala. Sin embargo, este verano se murieron dos de ellas –la abuela y el nieto- y ayer/hoy lo hizo la única que me quedaba. Esta entrada es un homenaje a ellas.

Hace cinco años, el 21 de septiembre (día de mi cumpleaños) me regalaron dos cobayas, Josefina y Napoleón. Una era hembra, su pelaje totalmente blanco y tenía los ojos rojos, mientras que el otro era macho y tenía el pelaje marrón oscuro y claro. Napoleón no vivió durante mucho tiempo, y Josefina se quedó sola, con una sorpresa en forma de dos bebés en su interior.

Recuerdo perfectamente el día en el que nacieron las dos: Hacía pocos días que había salido a la venta Mario Kart Wii, y yo estaba enganchadísimo en el salón corriendo en el Volcán Gruñón. De pronto, escuché un ruido de queja de la cobaya, y en cuanto me acerqué me encontré con una escena maravillosa.







Se trataban de dos hermanos, Kiss (la de la raya blanca en medio) y otro macho. Luego éste dejó embarazada a la madre y a la hermana, y nacieron así Rocky y otra cobaya que fue regalado a un primo mío.

Kiss, Rocky y Josefina fueron los tres últimos supervivientes de esta familia, y cada uno era distinto: Rocky se subía a un comedero que había colgado en la jaula y se tiraba ahí horas y horas, Josefina era muy cariñosa y le encantaba ser acariciada y lamerte los dedos y Kiss era todo lo contrario: se pensaba que tu mano era comida y te mordía, además de odiar profundamente que la acariciases. A pesar de todo, las tres tenían muchas cosas en común, como el chillar como locas y morder los barrotes cada vez que escuchaban la puerta de la nevera para que les diésemos de comer alguna verdura.



No obstante, tras la muerte primero de Rocky y luego de Josefina, Kiss empezó a encariñarse más conmigo, y pasó a lamerme los dedillos en vez de mordérmelos, a dejarse acariciar –aunque no mucho- y a seguirme por todas partes cada vez que la dejaba darse una vuelta por casa (o se escapaba, ya que las tres sabían abrir la puerta de la jaula). Durante este tiempo me he sentido muy unido a ella, y fue muy duro para mí ayer verla tirada en su jaula sin apenas poder moverse intentando emitir sonidos con la boca al ser acariciada por mí, sabiendo que una vez que me fuera a dormir no la volvería a ver viva…







Echaré de menos vuestros chillidos, vuestras fugas y sobre todo vuestra compañía. Estéis donde estéis, descansad en paz, os llevaré siempre conmigo :’)