Tú Eliges: Conciencia vs. Inteligencia

La vida se presta para la toma de múltiples decisiones. De tal manera, creo que no debe haber individuo que denegue, ni manipule, ni destierre esta disyuntiva existencial entre todos por igual. Sea a menor, o mayor grado, es evidente que el mundo sin problemas, no es mundo. Dejo la puerta abierta a que haya gentío interesado en indagar sobre esta postura, pero haciendo lo que quieran hacer, es indispensable dirimir la evidente problemática decidiendo, para afrontar las vicisitudes que se impongan en su afán de obstaculizar el avance progresivo puntual por el bienestar de múltiples personas en el conglomerado de esta aparente sociedad de bienes mancomunados. Por supuesto, no me siento con la suficiente moral para impartir clases de "cómo sobrellevar los problemas, y afrontar las desvirtudes tomando las mejores decisiones de tu vida", porque ciertamente soy el menos indicado para proyectarlo. A mí no me ha tocado ser un hombre tutor, maestro, instructor, o encargado de una ingente cantidad de personas. Tampoco he podido ser presidente, capitán, gobernante, o militar. Ni siquiera padre de familia. Solamente he hecho decisiones que me corresponden como individuo incrustado en una comuna egocéntrica, donde a la postre, trascienden tan sólo en mi vida, y en la de nadie más. Con este trasfondo, estaré opinando como uno más de la aglomeración ciudadana, pero que también conoce lo que es el dolor y el sufrimiento en la sociedad de la actualidad.

A juzgar, necesito primeramente ajusticiar lo que son la conciencia, y la inteligencia como dos acusados por separado. Empezaré por el segundo término, más viable a la hora de esgrimir. Sin entrar en conceptos psicológicos, biológicos, ni pedagógicos, defino a la "inteligencia" como la capacidad humana para medir acontecimientos. Entiéndase que el hombre puede concluir y prever causas, consecuencias, y reacciones a base de ciertas acciones, que posteriormente son evaluadas y analizadas por medio del hombre y su maquinaria cerebral. Con esta capacidad, necesaria, es posible afrontar y solventar un sinnumero de problemas para triunfar en la cotidianidad. Debo dejar claro que hay más que un simple ser "inteligente" entre toda esta parafernalia, pero someramente, ésto es lo que le permite fortalecer la existencia de un individuo supremamente desarrollado a base de preceptos pre-establecidos y concatenados en un mismo sinfin, donde a priori, el intelectual puede surcar por los mares de otros conceptos ulteriores. Ahora bien, la conciencia no lo puede hacer porque es un término que consta de otras conjeturas no-medibles. Difiriendo de la contraparte, la "conciencia" es abstracta, y aunque la inteligencia en un primer plano de comprensión es imperceptible de igual forma, no está totalmente solapado por la simple diferencia de que con ésta puede darse una formación de lo que es ser un hombre inteligente a través de procesos, y esquemas esbozados por parámetros establecidos que se constituyen en el sistema regido en un entorno en particular. La conciencia, como se ha explicado, no entra en este juego político. De hecho, es todo lo contrario. Aunque han habido instituciones como las congregaciones eclesiásticas, la infraestructura gubernamental e inclusive el patrimonio familiar que han buscado la manera de amansar a la conciencia, se les ha imposibilitado romper con lo no-medible en la individualidad, desdeñando el poder manipular desde esta posición. Por ende, han decidido mitigar lo que es lo inteligente, para de alguna forma controlar las ansias divergentes de cada ente, y moldearlos a su conveniencia con normas y reglamentos a acatar.

La conciencia, por lo tanto, llega a ser totalmente impalpabe. Es difícilmente definida. Mientras para algunos es una cosa, para otros son diversos objetos o herramientas que sirven de guía para la toma de decisiones, pero al inherentemente ser imposible prever las causas, consecuencias, y reacciones de las acciones con ella como apoderada, la descartan como una posibilidad fiable para el bienestar personal. Es por ésto que muchos prescinden de utilizarla, y prefieren sojuzgarla para evadir lo que es viable o no, desde el punto de vista de la introspección. Se convierte en un concepto muy personal. Con ésto como realidad circundante y única entre la generalización y la diversificación, seré muy parco en señalar que la conciencia es ese "algo" que indica cuán correcto, o no, pueden ser tus acciones basándose en cánones morales, que en principio, son diversos, variados, y cambiantes. De hecho, la moral tampoco puede señalarse y acentuarse de forma general, por lo que esa disyuntiva doblemente propagada, continúa siendo imperceptible y aleatoria en cada individuo. La conciencia sirve para regir al ente al sendero de lo utópico, mientras la inteligencia busca la realidad. Lo lamentable es que ambas no necesariamente terminan cumpliendo su prerrogativa a cabalidad.

Con este cuadro, el ser humano tiene dos opciones a la hora de tomar decisiones: o nos dejamos llevar por la conciencia, o predisponemos a la inteligencia. Si tenemos en cuenta a la inteligencia, vamos a medir a nuestro entorno de forma prejuzgada, utilizando lo que nos enseñaron, y haciendo al hombre un dependiente de ideas recicladas y esbozadas. De raíz tendríamos que cortar las infulas de un ser democrático y libre en su derecho de expresión. Habría que dar por sentado que es imposible batallar con las recriminaciones sociales, y que por ello, es mejor nadar junto a la corriente y no ir en contra de ella. La inteligencia es un producto de la represión social. Nos sirve como ejemplo para mecanizar nuestras vidas al antojo de un sistema político-civilizado instituido con bases centenarias. En principio, el ser inteligente es libre, pero posteriormente la inteligencia tiene que enfrentar a otro frente mayor... que lo es la reprimenda a base de creencias alternas a la simetría impuesta por la comunidad. Es por ésto que la limitación de esta abstracción intelectual no servirá de fuerza para dominar al pleno, o para al menos, sublevarte ante lo que crees es incorrecto.

Con la conciencia, la toma de decisiones se subyuga a tu fuerza moral. Si la tuvieras siempre presente, no podría nadie doblegarte. El problema de ésto radica en que la conciencia no es una opción viable para delimitar lo que es bueno, y lo que es malo en una relación interpersonal ya que aquí entra el relativismo que enferma a toda la sociedad. La imposición de cánones morales no es una ecuación universal, lo que mantendría en ascuas el deseo personal de progresar junto a los allegados de tu comunidad. Aunque la conciencia da paso a la inocencia, siempre y cuando el individuo la halle, también puede producir a la malicia, lo que habría que controlarse de consumarse cualquiera de ambos pasos, para evitar todo tipo de engaño y de regaño. Esta es la falla mayor de la conciencia. Es ambidiestra, y ambivalente, resultando retante a la hora de actuar por ser liberal, e irrespetando a los que no estén con sus postulados. Además, apela al sentimiento, y a las emociones, y en confrontaciones, siempre debe imperar la neutralidad, sin extrapolar otras afinidades que puedan afectar las actuaciones individuales. La conciencia y la inteligencia son indispensables en estas acciones, pero ciertamente compartir labores puede ser muy relajante, y satisfactorio para la progresión de ideas. Es hora de utilizar lo mejor de los dos mundos, que junto a la inteligencia, labore la conciencia para una excelente congraciación, de toda vez que el balance de un ente manipulable pueda darse dentro del contorno de lo inocuo, pero también de lo intolerable.