Publicado: 19:00 07/06/2008 · Etiquetas: · Categorías: Tertulogía
El cambio social impacta los patrones familiares con mucha imprudencia. Esto depende profusamente de distintas vertientes que los psicólogos analistas no materializan, o a última instancia, pésimamente lo han impartido como parte de la realidad vigente en el diversificado mundo contemporáneo. El hombre por naturaleza es divergente, en su desarrollo integral produce ciertas acepciones sobre qué es la vida, y el entendimiento florece por un deseo de búsqueda y de curiosidad. Esa musa es despedazada por la intervención que la institución familiar hace en pro de reconciliarse con los parámetros sociales, corrompido una vez entra la participación neonata de un ente humano. Es aquí cuando se denota la fuerza dramática del Estado sobre todo un complejo sistema patriarcal, regido por cláusulas capitales. La Isla de Puerto Rico es el ejemplo clásico. Bajo ideales democráticos, la formación se hace menos concurrente, la sociedad de esta forma ata menos cabos, siendo el desbarajuste mayor. Una familia culturalmente oriental puede alzarse con sus costumbres y su forma de vida especial. No empece, la sociedad cambiante e inconexa le presionaría para que tergiverse su norte, por ende, haciendo adaptarse a un entorno que puede surtir en agobia y desazón en un inicio. Como tal, habiendo también una renuencia a ser parte del conglomerado del pueblo, formalizando roces de índole educativa, legales, y morales, dado el choque entre oriente y occidente. Entonces esa familia, ahora un simple grupo que destruir para la institución estatal, estaría presionada por cambiar su menester diario para compartir el respeto impuesto por las normas y/o leyes sociales. Claro, habiendo una contradicción enorme porque no se permite practicar el libre albedrío que tanto promulga. A partir de este entonces ya el ser humano no se pertenece, y las familias no se construyen, ésto sino cumple las exigencias de una sociedad comandada por un Gobierno que lo renueva a cada instante, aniquilando evidentemente unas visiones propias de unas costumbres. Las presiones hacen efecto. Si no se acopla, es tan sencillo como abandonar el entorno a otros lugares donde el paradero es incierto. La sociedad necesita hacer estos malabarismos, someramente, porque conforma una sola entidad global. La familia tiene que acatarse a lo presentado, porque es una entidad minuciosa marginada y/o aislada por sus reducidos compartimientos, y como no, por su nula repercusión a lo que se puede tratar como la concurrencia en una enorme, influyente y transcendental colectividad como lo es la sociedad. 2 comentarios :: Enlace permanente
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