La última pregunta
Publicado: 13:50 30/05/2006 · Etiquetas: · Categorías:
LA ÚLTIMA PREGUNTA

La última pregunta se formuló por primera vez, medio en broma, el 21
de mayo de 2061, en momentos en que la humanidad (también por primera vez)
se bañó en luz. La pregunta llegó como resultado de una apuesta por cinco
dólares hecha entre dos hombres que bebían cerveza, y sucedió de esta
manera:

Alexander Adell y Bertram Lupov eran dos de los fieles asistentes de
Multivac. Dentro de las dimensiones de lo humano sabían qué era lo que
pasaba detrás del rostro frío, parpadeante e intermitentemente luminoso -
kilómetros y kilómetros de rostro - de la gigantesca computadora. Al menos
tenían una vaga noción del plan general de circuitos y retransmisores que
desde hacía mucho tiempo habían superado toda posibilidad de ser dominados
por una sola persona.

Multivac se autoajustaba y autocorregía. Así tenía que ser, porque
nada que fuera humano podía ajustarla y corregirla con la rapidez
suficiente o siquiera con la eficacia suficiente. De manera que Adell y
Lupov atendían al monstruoso gigante sólo en forma ligera y superficial,
pero lo hacían tan bien como podría hacerlo cualquier otro hombre. La
alimentaban con información, adaptaban las preguntas a sus necesidades y
traducían las respuestas que aparecían. Por cierto, ellos, y todos los
demás asistentes tenían pleno derecho a compartir la gloria de Multivac.

Durante décadas, Multivac ayudó a diseñar naves y a trazar las trayec-
torias que permitieron al hombre llegar a la Luna, a Marte y a Venus,
pero después de eso, los pobres recursos de la Tierra ya no pudieron
serles de utilidad a las naves. Se necesitaba demasiada energía para los
viajes largos y pese a que la Tierra explotaba su carbón y uranio con
creciente eficacia había una cantidad limitada de ambos.

Pero lentamente, Multivac aprendió lo suficiente como para responder a
preguntas más complejas en forma más profunda, y el 14 de mayo de 2061 lo
que hasta ese momento era teoría se convirtió en realidad.

La energía del Sol fue almacenada, modificada y utilizada directamente
en todo el planeta. Cesó en todas partes el hábito de quemar carbón y
fisionar uranio y toda la Tierra se conectó con una pequeña estación - de
un kilómetro y medio de diámetro - que circundaba el planeta a mitad de
distancia de la Luna,para funcionar con rayos invisibles de energía solar.

Siete días no habían alcanzado para empañar la gloria del acon-
tecimiento, y Adell y Lupov finalmente lograron escapar de la celebración
pública, para refugiarse donde nadie pensaría en buscarlos: en las desier-
tas cámaras subterráneas, donde se veían partes del poderoso cuerpo en-
terrado de Multivac. Sin asistentes, ociosa, clasificando datos con clicks
satisfechos y perezozos, Multivac también se había ganado sus vacaciones y
los asistentes la respetaban y originalmente no tenían intención de per-
turbarla.

Se habían llevado una botella, y su única preocupación en ese momento
era relajarse y disfrutar de la bebida.

- Es asombroso, cuando uno lo piensa -dijo Adell. En su rostro ancho
se veían huellas de cansancio, y removió lentamente la bebida con una
varilla de vidrio, observando el movimiento de los cubos de hielo en su
interior.- Toda la energía que podremos usar de ahora en adelante, gratis.
Suficiente energía, si quisiéramos emplearla, como para derretir a toda la
Tierra y convertirla en una enorme gota de hierro líquido impuro, y no
echar de menos la energía empleada. Toda la energía que podremos usar por
siempre y siempre y siempre.

Lupov ladeó la cabeza. Tenía el hábito de hacerlo cuando quería
oponerse a lo que oía, y en ese momento quería oponerse; en parte porque
había tenido que llevar el hielo y los vasos.

- No para siempre -dijo.
- Ah, vamos, prácticamente para siempre. Hasta que el Sol se
apague, Bert.
- Entonces no es para siempre.
- Muy bien, entonces. Durante miles de millones de años. Veinte mil
millones, tal vez. Estás satisfecho?
Lupov se pasó los dedos por los escasos cabellos como para
asegurarse de que todavía le quedaban algunos y tomó un pequeño sorbo de
su bebida.
- Veinte mil millones de años no es "para siempre".
- Bien, pero superará nuestra época, ¿verdad?
- También la superarán el carbón y el uranio.
- De acuerdo, pero ahora podemos conectar cada nave espacial in-
dividualmente con la Estación Solar, y hacer que vaya y regrese de
Plutón un millón de veces sin que tengamos que preocuparnos por el combus-
tible. No puedes hacer eso con carbón y uranio. Pregúntale a Multivac, si
no me crees.
- No necesito preguntarle a Multivac. Lo sé.
- Entonces deja de quitarle méritos a lo que Multivac ha hecho por
nosotros -dijo Adell, malhumorado-. Se portó muy bien.
- ¿Quién dice que no? Lo que yo sostengo es que el Sol no durará
eternamente. Eso es todo lo que digo. Estamos a salvo por veinte mil
millones de años, pero ... y luego? - Lupov apuntó con un dedo tembloroso
al otro.- Y no me digas que nos conectaremos con otro Sol.
Durante un rato hubo silencio. Adell se llevaba la copa a los
labios sólo de vez en cuando, y los ojos de Lupov se cerraron lentamente.
Descansaron.
De pronto Lupov abrió los ojos.
- Piensas que nos conectaremos con otro Sol cuando el nuestro
muera, verdad?
- No estoy pensando nada.
- Seguro que estás pensando. Eres malo en lógica, ese es tu
problema. Eres como ese tipo del cuento a quien lo sorprendió un
chaparrón, corrió a refugiarse en un monte y se paró bajo un árbol. No se
preocupaba porque pensaba que cuando un árbol estuviera totalmente mojado,
simplemente iría a guarecerse bajo otro.
- Entiendo -dijo Adell-. No grites. Cuando el Sol muera, las otras
estrellas habrán muerto también.
- Por supuesto -murmuró Lupov-. Todo comenzó con la explosión
cósmica original, fuera lo que fuese, y todo terminará cuando todas las
estrellas se extingan. Algunas se agotan antes que otras. Por Dios, los
gigantes no durarán cien millones de años. El Sol durará veinte mil
millones de años y tal vez las enanas durarán cien mil millones por
mejores que sean. Pero en un trillón de años estaremos a oscuras. La
entropía tiene que incrementarse al máximo, eso es todo.
- Sé todo lo que hay que saber sobre la entropía -dijo Adell,
tocado en su amor propio.
- ¡Qué vas a saber!
- Sé tanto como tú.
- Entonces sabes que todo se extinguirá algún día.
- Muy bien. ¿Quién dice que no?
- Tú, grandísimo tonto. Dijiste que teníamos toda la energía que
necesitábamos, para siempre. Dijiste "para siempre".
Esa vez le tocó a Adell oponerse.
- Tal vez podamos reconstruir las cosas algún día.
- Nunca.
- ¿Por qué no? Algún día.
- Nunca.
- Pregúntale a Multivac.
- Pregúntale tú a Multivac. Te desafío. Te apuesto cinco dólares a que
no es posible.

Adell estaba lo suficientemente borracho como para intentarlo y lo
suficientemente sobrio como para traducir los símbolos y operaciones
necesarias para formular la pregunta que, en palabras, podría haber co-
rrespondido a esto:
¿Podrá la humanidad algún día, sin el gasto neto de energía, devolver al
Sol toda su juventud aun después que haya muerto de viejo?
O tal vez podría reducirse a una pregunta más simple, como ésta:
¿Cómo puede disminuirse masivamente la cantidad neta de entropía
del universo?

Multivac enmudeció. Los lentos resplandores cesaron, los clicks dis-
tantes de los transmisores terminaron.
Entonces, mientras los asustados técnicos sentían que ya no podían
contener más el aliento, el teletipo adjunto a la computadora cobró vida
repentinamente. Aparecieron cinco palabras impresas:
DATOS INSUFICIENTES PARA RESPUESTA ESCLARECEDORA.
- No hay respuesta -murmuró Lupov. Salieron apresuradamente. A la
mañana siguiente, los dos, con dolor de cabeza y la boca pastosa, habían
olvidado el incidente.


Así comienza este relato corto de Isaac Asimov, un clásico de la ciencia ficción y su narración preferida entre todos sus escritos. Si os ha gustado este fragmento os recomiendo su lectura íntegra, así como sus compilaciones de cuentos completos I y II (se pueden encontrar en muchas ediciones diferentes).

Este blog tratará, como no, de videojuegos, pero también me apetece tocar temas que por su temática están muy limitados en los foros. Por ejemplo la literatura o el cine de autor, en espcial Kubrick y Lynch. De ahí esta introducción pseudo erudita.

Espero que os guste mi blog y gracias por leerlo!

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