La señora Rosario

Gracias a mi trabajo he descubierto que el 90% de las personas son imbéciles y no me gustan. Por suerte hace ya tiempo que cambié el chip, levanté un muro y me la suda todo el mundo. Pero hay un 10% que sin ninguna duda tienen toda mi simpatía y les deseo lo mejor. Una de estas personas es la señora Rosario.

Nuestra amistad empezó de la forma más tonta posible, ella siempre me abría el portal y bajaba a ver si tenía cartas. Viendo que ella ya estaba bien entrada en años, como respuesta al gran favor de facilitar mi trabajo, empecé a subirle las cartas siempre que tuviera. Al principio la cosa quedaba en el típico "Buenos días, aquí tiene, no se moleste en bajar" y terminó siendo una reunión de amiguetes que nos contábamos nuestras cosas, tuviera carta o no. Al menos una vez a la semana teníamos conversaciones de lo más normales sobre el día a día o sobre cosas del pasado que, la verdad, no duraban más de 10 o 15 minutos como muchísimo pero las personas mayores tienen que hablar y los jóvenes tenemos mucho que escuchar.

Ha vivido en Alcalá toda su larga vida, de hecho, nació aquí. Me contaba los cambios que hubo en la ciudad, además de los viajes que pudo hacer con el que fue su marido o con sus hermanos. Una persona humilde, sin duda. Además tenía sentido del humor, cosa que por alguna razón me extraña ver en los mayores. Yo le contaba cómo andaban las cosas ahora pues salía más bien poco y si lo hacía siempre era por el centro acompañada de su hija y unas amigas. La mujer me preguntaba incluso por el estado de mi abuela antes de morir y supo del nacimiento de mi primera sobrina una semana después. A veces su hija llegaba a casa y nos pillaba hablando en el rellano, la regañaba por entretenerme XD. Ya ves tú, que son 15 minutos.
La mujer también se preocupaba por mi salud. En época de frío siempre me daba una caja de caramelos que le regalaban en la farmacia para la garganta "Que estás siempre en la calle con la que está cayendo y sabes que en seguida se te agarra a las anginas", me decía. Un boli me regaló también una vez y bien que me vino para rellenar algunas cosas.

Tocaban las vacaciones de verano y me despedí de ella hasta que volviese, eran sólo 15 días. A la vuelta, se me hizo raro que no me abriese el portal "Estará de vacaciones", quise pensar para no ponerme en lo peor. Un mes después, por fin alguien cogió el telefonillo, su hija. A la que me asomé para decirle que no tenía cartas me preguntó "¿Eres tú el cartero que hablaba con mi madre?" Ahí me temí lo peor, las lágrimas me lo confirmaron, había fallecido. Un domingo cualquiera llegó a casa para irse a dar un paseo y se encontró lo peor que se puede encontrar un hijo. Intenté darle el pésame pero no me salía nada, sólo un tonto "Joder, me lo temía". Intenté mantener la compostura pero cuando la mujer me daba las gracias por darle esos momentos amenos su madre, cuando me contaba con cuanto cariño hablaba de mi, las lágrimas no tardaron en brotar. Se fue. Esa mañana fue algo difícil pues a veces tenía que contener las lágrimas al contestar a un telefonillo. Pasé por una floristería, le compré unas flores y se las llevé a su hija. La mujer rompió a llorar abrazándome y dándome las gracias, una vez más, no supe qué decir.

Ya ha pasado el tiempo y siempre siempre que paso por su calle, evidentemente me acuerdo de ella. De esas charlas de apenas 10 o 15 minutos que nos echábamos. A veces me cruzo con su hija y hace dos días me lo dijo "Cuando te veo me da alegría y tristeza a la vez. De verdad, gracias por todo." Es una pena que la gente se muera, pero forma parte de la vida y ya que una muerte deja tristeza, mejor taparla un poco con alegría de los buenos recuerdos. El próximo día que la vea, espero no quedarme sin palabras y se lo diré. La verdad es que lamento que se haya ido sin tan siquiera saber mi nombre.

Quería contar ésto aquí para rendir un pequeño homenaje a una amiga. Estaba preocupado porque su cara se me empezaba a olvidar. Me ha venido bien escribir sobre ello, ha sido una buena manera de refrescar la memoria.