Publicado: 15:00 14/01/2012 · Etiquetas: · Categorías: Relatos
4.
La puerta se había abierto, acompañada por el chirriar de unas bisagras que conocieron tiempos mejores. Desde donde me encontraba atisbaba la oscuridad provocadora de la noche, iluminada en distantes puntos del escenario por erráticas farolas, llamativos carteles publicitarios y los focos de interminables hileras de automóviles, una raza superpoblada en sí misma. No alcanzaba a ver el cielo desde el interior de la tienda, pero lo imaginé salpicado de intermitentes estrellas, coronado por una luna creciente y cegadora. Mi rumbo cambió en unas cuantas horas, y lo que el futuro me deparara no hacía sino provocarme estremecimientos desde lo más profundo de mi ser, de emoción, sí, pero también de miedo, porque ya no podía esconderme en un rincón seguro y permitir que el tiempo y los sucesos pasaron de largo. Ahora formaba parte de ellos, de una manera que aún me quedaba por descubrir. Athena se afanaba en el mostrador, buscando mi reloj entre los múltiples cajones del escritorio desordenado y polvoriento. Entre los dos levantamos de nuevo la mesa y recogimos tazas y comida de la vetusta moqueta, limpiando como bien supimos las manchas que decoraban la alfombra mohosa. Regordete seguía sin aparecer a pesar de que ella le había llamado insistentemente....o eso me explicó después, aunque yo no la había visto pronunciar una sola palabra mientras borrábamos los resultados de mi arranque de furia. -Los libros – me comentó finalmente, mirando dolorida la montaña de volúmenes extraviados por el piso – requerirán de cierto esfuerzo para volver a su lugar correcto. Usted no puede ayudarme en esto señor Smith, sus ojos no deben posarse sobre historias que no son para usted, podría ser desastroso – así que lo dejamos estar. Athena extrajo al fin el reloj del fondo de un cajoncito, exhibiendo un gesto triunfante. Lo observé indiferente mientras ella lo sostenía en el aire, mostrándome su hallazgo. De alguna manera sentí que su lugar ahora se hallaba intrínsecamente ligado a esta librería, junto a Athena. “Pero puede que a ella no le haga la menor de las gracias” - sospeché, recordando su trato anterior hacia el común artilugio. - Quédeselo, por favor Athena, yo ya no lo necesito – le pedí, cerrando su delicada mano sobre el reloj. Ella bajó la vista, y ante mi sorpresa se colocó el voluminoso mecanismo alrededor de su muñeca izquierda. El reloj colgó burdamente, demasiado grande para su pequeña portadora, pero a Athena no pareció importarle. - Y eso? - pregunté - Su reloj ya no marca la hora señor Smith, si me lo concede, me gustaría quedármelo....como recuerdo – explicó Asentí con un breve gesto, mirando otra vez hacia la entrada, que entornada, dejaba penetrar al aire helado de la noche en el bosque acuñado por las olas de calor procedentes del verano. Pero antes de que pudiera avanzar hacia ella Athena sustuvo mis manos entre las suyas, suaves y calientes al tacto, de un tamaño tal que se ocultaban entre las mias como hechas a medida. - Siempre puede echarse atrás – me comunicó con voz temblorosa y sin alzar la mirada – volver a su vida anterior si lo desea. Nadie le recriminará su decisión!. No permita que la única garantía del destino domine sus pasos......como hizo mi familia, o esa ridícula ninfa! - gritó, angustiada - Si tan solo te hubieras traicionado antes – musité con voz tierna, acariciando sus lágrimas entre mis dedos – ambos sabemos que ya no hay marcha atrás, me has cambiado. El destino no tiene nada que ver, dulce niña – y supe que era cierto en cuanto las palabras surgieron de mi boca – has despertado un sueño adormecido en mi interior, que tan solo esperaba tu llegada para brotar con energía. Athena me abrazó fuertemente, como una niña buscando el calor paterno en medio de una tormenta, pero pronto recordó su deber, y se hizo a un lado. Su aroma a papel viejo y dulces vespertinos me acompañó aún unos segundos durante el fugaz espacio que me separaba de la salida, sabedor en mi interior de que jamás podría volver a aquélla estrepitosa y mágica librería. - Adios, señor Smith – escuché pronunciar a Athena, muy lejos, apoyado en el marco de la puerta, a un segundo del mundo más allá del muro. Me volví una última vez, repasando su figura y sus rasgos, pretendiendo que su imagen se grabara a fuego en mi mente, y que siempre me acompañara en un inédito, y tal vez tortuoso, camino. - Filippe, me llamo Filippe. - Filippe – repitió ella, saboreando el sonido – vive con la esperanza de aquél que nunca pierde de vista sus sueños – me deseó - Adios, Athena - Adios, Filippe. La puerta se cerró a mis espaldas, y con el sonido del cotidiano chasquido una etapa de mi vida terminó para siempre. En el exterior, Regordete se hallaba sentado sobre sus cuartos traseros, escudriñando con expresión enigmática las animadas calles de fin de año. Reparó vagamente en mi, desperezándose cuán largo era y abriendo desmesurádamente la boca en un bostezo dirigido al mundo entero. Fijó sus ojillos azulados en mi persona, y una voz se instaló en mi psique con un suave cosquilleo. "Sigue tu camino forastero, Athena estará bien... tú a lo tuyo."- y se adentró rápidamente en la tienda, cruzando una gatera que apareció de improviso en el bajo de la puerta. Sonreí de oreja a oreja, emprendiendo mi camino junto a tantas otras personas, esperando al año nuevo. Fin. 1 comentarios :: Enlace permanente
Comentarios: (del primero al último) 18:24 14/01/2012
Le has sacado poco jugo a esta parte con respecto a lo que podía haber dado de sí, supongo. Un poco desordenada con respecto al resto, pero es solo una opinión. En conjunto es agradable y se deja leer bien ^^ Participa con tu Comentario:
Este blog no permite comentarios. |
Blogs en Vandal · Contacto · Denunciar Contenido