Resultados para etiqueta "hoy" ¡Buenas noches a todo el mundo!
Con esta entrada doy comienzo a una serie de publicaciones periódicas (o eso espero, igual me canso antes) en las que expondré una serie de imágenes relacionadas con videojuegos de la casa Nintendo, sobre las cuales lanzaré al aire la cuestión de si las hubiérais visto factibles en otra etapa distinta de la compañía, todo ello con el fin de crear un debate que considero a todas luces más que interesante. No me enrollo más, vamos con la primera. ¿Concebís la siguiente imagen, y más en concreto, el aspecto resaltado de la misma, bajo la supervisión de la Nintendo de hoy en día? Debería acostarme ya.
En realidad no es demasiado tarde, al menos para las horas a las que estoy acostumbrado a irme a la cama (apenas pasan de las once y media). El asunto es que no estoy haciendo nada útil ni provechoso. Realmente, no estoy haciendo nada de nada, más allá de alargar artificialmente un par de conversaciones que deberían haber muerto hace una hora y media. Sí, debería acostarme ya. Mañana por la mañana estaría más fresco, me costaría menos salir de la cama y, probablemente, afrontaría el nuevo día con más energía. Ciertamente, acostarme ya supondría un enorme favor para el Yo de mañana. Lástima que odie al Yo de mañana. Le odio porque sabe cosas que yo no sé. Ha oído cosas que yo no he oído. Ha vivido cosas que yo no he vivido. Ha visto más mundo, es más sabio, más prudente. Lleva una lección de ventaja en el juego de la vida. Ahora mírame a mí. ¿Qué he hecho hoy, en este desvergonzado y apacible domingo de mayo? Levantarme tarde, arrastrarme hasta el sofá, desintegrar mis retinas frente a un monitor de ordenador. Siestear. Repite la fórmula hasta abarcar veinticuatro horas y tendrás como resultado mi día de hoy. Él ha tenido que levantarse pronto, combatir la barrera del lunes y comenzar la semana. Obviamente no había una sonrisa en sus labios cuando ha cerrado la puerta tras él, pero por lo menos ha salido de casa. Mientras yo maldecía a los cielos por tener ganas de ir al lavabo desde lo más profundo de mis sábanas y mis sueños, él esquivaba un maloliente sobaco en un vagón de metro que avanzaba vertiginosamente hacia el templo del saber. Ha prestado atención o disimulado que la prestaba, para acto seguido agarrar un bolígrafo y llenar innumerables hojas cuadriculadas de garabatos. El Yo de mañana se ha largado a su casa cuando la universidad no ha tenido nada nuevo que contarle, y no ha dudado (bueno, quizá haya dudado un poco) en ponerse a estudiar una vez allí. Y después, su estricto horario le ha obligado a hacer un poco de ejercicio, con el fin de evitar que al Yo de dentro de unos cuantos años (otro imbécil, si me preguntas) le dé un infarto de miocardio. Ciertamente, el Yo de mañana ha tenido un día bastante duro. Puede que sea mejor que yo, pero ha pagado un duro precio para serlo. El precio de no vivir un domingo. En realidad, me da un poco de lástima que haya tenido que salir de la cama con los ojos vidriosos y el depósito de gasolina tan vacío como el cerebro de una estúpida oveja. Sí, debería acostarme ya. Pero qué demonios, la hora a la que yo me acueste es su problema. No el mío. |
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