Ser hardy se lleva en la sangre

¡Buenas noches a todo el mundo!

Estoy seguro de que muchos de vosotros tenéis hermanos pequeños, a los que seguramente habréis intentado iniciar y guiar en el apasionante mundillo de los videojuegos para encontrar un grato compañero con el que jugar a títulos multijugador o cooperativos, o simplemente por el hecho de compartir el hobbie con alguien que siempre va a estar cerca.

Lo cierto es que, hace varios años, di por perdido el tema con el caso de mi hermana pequeña. La misma hermana pequeña que sufrió lo indecible para llegar al final de The Wind Waker, que jamás fue capaz de terminar un Pokémon y que se quedó atrapada por siempre jamás en el mundo 4 del primer Donkey Kong Country. Pero, al parecer, aquello estaba por cambiar, y ya me llevé una terrible sorpresa en su día al contemplar, horrorizado, cómo superaba todas las desafiantes misiones de Wario Land: The Shake Dimension. Pero nunca en toda mi vida se me hubiera pasado por la cabeza proponerle completar las endiabladas y desquiciantes contrarrelojes de Donkey Kong Country Returns, y menos todavía invitarla a conseguir medalla de oro en ellas. De hecho, me reí en su cara el día que me preguntó si podía intentar la del primer nivel.

Pues bien, ha pasado un año y tres meses, pero su labor ha concluido. Hete aquí a mi hermana pequeña (15 años) completando con medalla de oro brillante la última contrarreloj que le faltaba por batir en el afamado y genial Donkey Kong Country Returns, algo de lo que ni siquiera demasiados vandalicos pueden presumir.



Esto demuestra que el ser hardy se lleva en la sangre  

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