Prelude of Twilight

Publicado: 16:13 28/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
El día de los inocentes es un día en el que paso de creer cualquier cosa que lea en Vandal, habitualmente tengo por costumbra gastar alguna inocentadilla ridícula en la que postean dos o tres personas, pero este año ni eso.

¿Por qué? Pues porque no me parecen otra cosa que una forma de añadir un mensaje al contador, que sí, que las hay curradas, eso no lo va a negar ni dios, pero en general me parecen un poco pérdida de tiempo y una ocupación inútil del espacio del que dispone el foro, echando abajo otros mensajes bastante más interesantes.

Así que éste año paso, y pido perdón si a alguien le desmonto alguna inocentada (Sorry Veganexiel), pero es que realmente no tengo la más mínima gana de ésto.

Publicado: 18:24 24/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
Meriiiiiiiiiii...

Kurisumasuuuuuuuuuuuuu...

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<<¿Qué me regalarán por reyes?>>

Publicado: 23:22 22/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Iron blue Intention

- ¿Cómo sabes quién soy? – preguntó François a la vampiresa, sorprendido de que ésta conociera su identidad.

- Oh, no fue difícil – respondió ella clavando sus ojos sanguinolentos en el muchacho – simplemente me enteré de que el clan Lecarde aún existía y decidí encontrarlo.

- ¿Te has tomado la molestia de buscarlo? – intervino Erik socarronamente – qué detalle…

La mujer sonrió con malignidad, y desvió su mirada hacia el Belmont.

- Contigo también tengo una cuenta pendiente – le dijo – no creas que he olvidado lo sucedido en los muelles de Almería… tu amigo y tú desbaratasteis un plan muy importante, y pagarás por ello.

- Ahora soy yo el que se siente halagado – repuso éste.

Erzhabeth volvió sus ojos a François, en quien parecía concentrar todo su odio.

- El nieto de Eric Lecarde… - articuló.

- Bisnieto – concretó el aludido.

- …Ni te imaginas lo largos que se me han hecho los días en el infierno – continuó – esperando a poder volver al mundo de los humanos ¡para aniquilar toda vuestra estirpe! - Sus ojos centelleaban de ira - ¡Nunca olvidaré la humillación que tu antepasado me hizo sufrir ante los ojos de mi señor! ¡Pagarás por él!

François empuñó su lanza con fuerza, ésta empezó a emitir un tenue brillo verdoso.

- Bueno… tal vez seas tú quien pague otra vez por todas esas almas inocentes que empleaste en la resurrección de Drácula.

- Te ayudaré – el pelirrojo desenvainó su espada y se colocó al lado de François – Ya me he enfrentado a ella antes, es poderosa, pero no invencible.

- Ni se te ocurra – respondió el Lecarde enseguida – esto es cosa mía.

- ¿¡Qué!? – Erik no podía creer lo que estaba oyendo - ¿Estás loco? ¡Tú no tienes…!

Pero entonces se fijó en el semblante de su amigo; serio, decidido, distinto a como lo había visto siempre…

Iba a decirle que no era lo suficientemente poderoso, pero en aquel momento emitía tal fuerza que aquella apreciación era sencillamente absurda.

¿Sería Simon también así cuando madurara?

La risa burlona de Erzhabeth interrumpió sus cavilaciones, ésta parecía mofarse de la determinación del Lecarde.

- ¡Esa es una decisión muy valiente, muchacho, realmente loable! ¡Pero lo cierto es que no pensaba darte otra opción!

- ¿Cómo que…?

- He preparado una pequeña sorpresa – aclaró entre dientes, con una sonrisa maníaca – para nuestro amigo Erik.

- Una… ¿Una sorpresa? – preguntó confuso el aludido.

Lentamente, como disfrutando de cada segundo, Erzhabeth alzó el brazo izquierdo y chasqueó los dedos, de inmediato una decena de ensordecedores aullidos inundaron el lugar, provocando un escalofrío en el joven pelirrojo.

- No… no serán…

La sonrisa de la condesa se acentuó.

- Hombres lobo, sí.

De los tejados de los edificios colindantes y de la propia catedral de Nôtre Dame, saltaron uno a uno diez criaturas peludas, de robustos y musculosos cuerpos antropomorfos, ropas hechas jirones y ojos brillantes.

François, que hasta ese momento había estado concentrado sólo en Erzhabeth Barthory, giró la cabeza y observó una a una a los recién llegados, a los que reconoció inmediatamente.

- ¡Son los campeones de la manada parisina! – Exclamó, atónito - ¿¡Qué están haciendo aquí!?

- Les he hablado del ataque que Erik llevó a cabo a la manada de Cataluña – explicó mientras se deleitaba con la expresión nerviosa del Belmont – inmediatamente convinieron conmigo en que debían tomar venganza por ello.

- ¡Un momento! – Intervino éste, indignado - ¿¡Ataque!? ¿¡Venganza!? ¡Simon y yo nos despistamos y acabamos allí por error! ¡Fueron ellos los que nos…!

- ¡¡¡SILENCIO!!! – lo interrumpió - ¡¡¡RECIBIRÁS EL CASTIGO QUE MERECES Y YO ME QUEDARÉ CON TU CABEZA COMO TROFEO!!!

Los licántropos empezaron a gruñir con rabia, a Erik le quedó claro que su única salida era luchar.

Pero… ¿Contra los diez más fuertes de la manada?

Estaba claro, no tenía otra opción.

- ¡François!

El Lecarde giró la cabeza, acudiendo a la llamada.

- ¡Voy a salir de la isla y buscar un lugar más cómo para luchar, así no nos estorbaremos mutuamente! – Indicó - ¡Ten mucho cuidado!

- ¡Tranquilo! – contestó éste mientras Erik echaba a correr, perseguido por las criaturas.

Mientras veía al Belmont desaparecer en la noche, Erzhabeth se reía.

- ¿Y esa es la famosa valentía de los Belmont? – preguntó entre carcajadas - ¡Menuda decepción!

François empuñó su lanza y enfiló la punta de ésta a la condesa.

- Mejor ríete cuando esos bichos te traigan su cabeza – sugirió - ¡Ahora concéntrate en lo que has venido a hacer!

- Oh, si, por supuesto – la condesa dejó de reír y se encaró con el Lecarde – No creas que me había olvidado de mi venganza.

La vampiresa alzó ambos brazos en cruz, y su piel empezó a supurar un espeso líquido carmesí. François quedó estupefacto.

- ¿Qué es…?

- Dime, hijo de Lecarde – dijo la condesa mientras el líquido empezaba a removerse sobre su piel blanca - ¿sabías que la sangre, el preciado líquido de la vida, también es capaz de matar?

El francés tensó todos sus músculos, adoptando una posición de guardia.

- ¿Cómo?

- Lo que da la vida también puede provocar la muerte, y te lo voy a demostrar… ¡¡¡BLOODY EUPHORIA!!!

La masa sanguinolenta se separó del cuerpo de la vampiresa en forma de grandes serpientes que apuntaban directamente a él, François no tuvo más remedio que echar a correr, rodeando a la condesa, que levitaba y giraba sobre sí misma, siguiéndolo con la mirada y riéndose.

- ¿Cuánto tiempo crees que podrás escapar? ¿eh?

El joven se vio sorprendido al dar la vuelta completa con el charco que habían formado aquellos reptiles al estamparse contra el suelo, volviendo a su forma líquida, lo pisó sin querer, y contempló horrorizado cómo ésta cobraba vida y empezaba a ascender por su pierna a la vez que el resto del líquido carmesí bullía, como si estuviera hirviendo.

En un gesto desesperado se echó a un lado y se sacudió la pierna, lo que provocó que el líquido empezara a arrastrarse, lentamente pero sin pausa, hacia él, como una única masa viva y pensante.

Miró a la condesa y después a la sangre, aquello, pensó, era un modo perfecto de mantenerlo a raya.

- Lástima que tenga mi lanza a mano ¿Eh, Barthory? – se dijo a sí mismo.

Dio dos saltos atrás, alejándose de Erzhabeth, que lo miraba triunfante, y corrió hacia ella sujetando su arma con las dos manos para, en un momento dado, clavarla en el suelo, justo en el centro de que aquella horrible masa carmesí, y usarla como pértiga para alcanzarla y atacar, pero su plan se vio frustrado inmediatamente cuando el líquido, que había ascendido por la pica y el mástil, sujetó la lanza con fuerza y lo proyectó hacia fuera, alejándolo de su objetivo para, después, tomar la forma de una ola que amenazaba con engullirlo.

Tuvo que hacerlo en menos de un segundo, desde su posición se alzó hacia atrás con sus manos – en aquel momento agradeció enormemente el duro entrenamiento físico al que su abuela Stella lo sometió durante 15 años – y saltó, aterrizando de pie y esquivando la mortal acometida.

- Hábil – opinó la condesa – pero insuficiente.

La masificación rojiza tomó entonces otra táctica, se elevó con la forma de dos lenguas y atacó al francés por ambos lados, éste se protegió describiendo un arco con su lanza y volvió a desplazarse, ésta vez saltando entre ambas protuberancias y rodando en una voltereta para después usar su lanza como impulso en un salto vertical, saltando por encima de la masa y echando a correr, todo para evitar que lo alcanzara.

Pero era agotador, aquella entidad, o lo que fuera, era incansable y se movía cada vez más rápido, François sabía que no duraría mucho sin continuaba en ese plan, debía hacer algo, y debía hacerlo ya.

Rápidamente se dio la vuelta, deteniéndose, momento que aquella cosa aprovechó para lanzarse hacia él, éste contraatacó atacando de frente con su lanza sin ningún éxito, ya que la masa cayó al suelo tal cual y volvió a la carga, lanzando multitud de gotas de sangre que el muchacho detuvo haciendo girar la Alcarde Spear a toda velocidad para volver a atacar, ésta vez a la base de aquello, pero de nuevo infructuosamente, ya que el arma se clavó en el suelo empedrado, haciendo añicos los adoquines, la extrajo a tiempo de saltar por encima de la masa sanguinolenta, que lo embestía de nuevo.

Se preguntó cómo podía destruir aquella cosa; su arma, pese a ser portadora de un inmenso poder heredado de su bisabuelo Eric, parecía incapaz de hacer nada por sí sola contra aquello.

¿Era un conjuro creado específicamente para aniquilar a los Lecarde?

No tenía tiempo para pensar en ello, como fuera debía seguir defendiéndose, y cada vez lo tenía más difícil, ya que la intensidad de los ataques de aquella cosa iba en aumento y sus fuerzas disminuían poco a poco.

Pensó en su segunda opción, las llamas celestiales, el poder que le heredó de su familia y que Loretta se había encargado de hacerle dominar.

¿Funcionaría?

Ni idea, pero no tenía nada mejor a mano, no al menos de uso inmediato.

Soltó su mano derecha de la lanza y cargó en los dedos índice y corazón una pequeña cantidad de energía que de inmediato pasó a transformarse en dos pequeñas llamas color turquesa.

Debía probar primero, aquella técnica suponía un desgaste importante de energía, ejecutarla en vano era sinónimo de derrota.

Intencionadamente bajó la guardia, entonces aquella enorme masa viscosa volvió a embestir, el Lecarde apuntó directamente hacia ella y liberó las dos luminarias en forma de proyectiles, que impactaron con fuerza contra la cosa, provocando una pequeña explosión que la hizo caer y retorcerse durante unos momentos. François observó además que, a lo lejos, el semblante confiado y altivo de la condesa se retorcía en una mueca de ira.

Sonrió.

Había funcionado.

Dejó que la criatura atacara de nuevo, cayendo sobre la punta de su lanza que, como antes, no le afectó en absoluto, y saltó, usando de nuevo su arma como impulso.

No tenía ningún motivo en especial para hacerlo, no necesitaba esquivar a aquella cosa, sólo ganaba el tiempo preciso para concentrar en la pica de ésta la suficiente energía como para que quedara totalmente envuelta en llamas, y lo consiguió en el punto más alto del bote.

Decidido, colocó la lanza cabeza abajo y apoyó sus pies en ella en la caída, clavando el arma en el centro de aquella masa que, ésta vez sí, actuó como un objeto sólido, quedando ensartada en el arma, de la que el francés saltó mientras las llamas desecaban y consumían aquella repulsiva viscosidad, hasta su total desaparición.

Cuando el fuego desapareció, volvió a recoger la lanza, extrayéndola del suelo, respirando con dificultad; a lo lejos sentía el aura de Erzhabeth, que aumentaba a la vez que su ira.

- ¿Eso era todo? – se burló François desde su posición.

La condesa no contestó, se disolvió en una espesa bruma y reapareció frente a François, atacándolo con un zarpazo que éste esquivó con soltura.

- Esperaba – reconoció – que ese conjuro terminara contigo, pero veo que eres más duro de lo que me imaginaba, así que no me dejas más remedio que mancharme las manos con tu asquerosa sangre.

- Bueno – resolvió el muchacho adoptando una postura con la mano derecha adelantada, dejando la izquierda atrasada con la lanza empuñada – aquí te espero.

Sin mediar palabra, Erzhabeth lo embistió, atacándolo con otros dos zarpazos, de los cuales esquivó uno, desviando el otro con su brazo libre para contraatacar con una patada, que la vampiresa evitó transformándose en niebla y alejándose.

No tuvo tiempo de reaccionar a ésta maniobra, inmediatamente un temblor bajo sus pies lo alertó, apartándose instintivamente para ver cómo una enorme estaca de piedra emergía del suelo, destrozando el empedrado que antes se hallaba bajo suya, rápidamente buscó a la condesa con la mirada, pero lo único que veía era una densa niebla que apenas le permitía alcanzar a ver la catedral; un nuevo temblor lo puso en guardia de nuevo, y se dio cuenta de que, una vez más, debía apretar a correr.

Era una táctica de desgaste, la condesa estaba dispuesta a matarlo de agotamiento, podía sentir su presencia en algún punto difuso entre la bruma, mofándose de él mientras lo veía correr por su vida, era realmente insultante…

De nuevo, decidió cambiar de estrategia, sin usar su lanza saltó con todas sus fuerzas en el momento en que una de las estalagmitas surgía del suelo, aferrándose con pies y manos a ésta, sin tocar la punta, en ese justo instante observó cómo la niebla se concentraba justo delante de él.

- Ahí te quería yo ver – murmuró.

La vampiresa se apareció súbitamente, dispuesta a desgarrarlo, François la dejó atacar, recibiendo un doloroso – pero soportable – zarpazo y contestando golpeándola con el bastón de su lanza, intentando después ensartarla en la pica sin éxito, aunque hiriéndola en el costado; ella se retiró de nuevo, pero no desapareció, si no que, como ya hizo a Erik y Luis en el pasado, invocó en el aire una gran cantidad de pequeños cuchillos que lanzó a gran velocidad contra el francés, que giró su lanza para desviarlos todos, aunque no tardó en darse cuenta de que no servía de nada, ya que éstos volvieron enseguida a por él.

Erzhabeth profirió una risotada al ver la cara de sorpresa del muchacho.

- ¡Puedes correr si quieres! – se burló - ¡adelante! ¡Tengo ganas de divertirme!

Pero François no corrió, en el último momento bajó de la inmensa estalagmita de piedra saltando hacia atrás y contempló cómo las cuchillas la destrozaban de una pasada y la hacían añicos para darse la vuelta, el Lecarde aprovechó ese momento para volver a invocar el fuego celestial, saltó hacia atrás y estiró por completo el brazo, sujetando el arma por el último segmento del mástil y proyectando desde la pica un violento chorro de fuego turquesa que volatilizó las dagas invocadas por Erzhabeth.

- Me consta que no te faltan recursos – espetó a la condesa – pero mira, a mí tampoco.

- ¡Bien! - respondió ella - ¡Así mi victoria tendrá mucho más mérito!

La vampiresa volvió a extender los brazos, pero no apareció nada cerca de ella, al contrario, François no tardó en percatarse de que, apuntándole con sus afilados picos, miles de esquirlas de un cristal reluciente aparecían súbitamente a su alrededor.

- ¿Cómo piensas escapar de eso? ¿eh? - preguntó, recuperando su burlona y exagerada sonrisa.

- ¿Escapar? - contestó el Lecarde - ¡Menuda gilipollez!

Mientras, en ráfagas, los pequeños cristales se abalanzaban contra él, François embistió a la condesa, que reaccionó levitando hacia atrás, alejándose de él, mientras veía como, en ocasiones, las esquirlas lo alcanzaban y, en algunos casos lo atravesaban, pero el muchacho no dejó entrever ni la más mínima muestra de dolor o resentimiento por las heridas, y continuó corriendo con todas sus fuerzas hasta que, tras sólo unos metros de persecución, la alcanzó, saltando para golpearla en el cuello con el mástil de su arma antes de intentar propinarle un lanzazo en el corazón que falló, clavándole la pica en el hombro izquierdo.

La condesa, herida, gritó de dolor y mutó en niebla para liberarse de la presa de la lanza y volver a su forma normal, cubriéndose la laceración humeante con la mano derecha mientras dirigía a François una potente mirada de odio.

El cazador por su parte cayó al suelo, sangrando por las múltiples heridas causadas en el último ataque de Erzhabeth Barthory y manteniéndose de pie con dificultad; sus piernas, su brazo izquierdo y su espalda habían sufrido especialmente aquella lluvia de cristales.

- ¿Duele, bastardo? - le espetó la condesa entre dientes - ¡Ese es el destino de todos los que se oponen a mí!

François se rió debilmente.

- Lastima que mi bisabuelo corriera mejor suerte ¿eh? - preguntó socarronamente.

Aquellas palabras la enfurecieron, la vampiresa se elevó aún más en el aire y, con el rostro desencajado por la ira, juntó ambas manos.

- ¡VEREMOS SI DESPUES DE ESTO TE ATREVES A VOLVER A BURLARTE DE MÍ!

El joven se irguió y alzó la cabeza para mirarla con atención, el penetrante dolor era difícil de soportar, pero la batalla aún no había acabado, y fuera lo que fuera lo que vendría ahora, debía estar preparado.

Por su parte, la vampiresa se reía como una neurótica mientras separaba sus manos poco a poco, mostrando una especie de agujero negro del que surgían pequeñas luces blancas.

François sabía lo que era, y también qué eran aquellas lucecitas blancas, pero no se atrevía a creerlo.

- ¿Una ventana al inframundo? - se preguntó estupefacto.

- ¡Desaparece para siempre! - gritó Erzhabeth - ¡De este mundo y del otro! ¡Que no quede nada de tu ser!

Lentamente, en un movimiento casi ritual, alzó los brazos, y el pequeño agujero se amplió hasta ser tan grande como ella.

- ¡¡TARTAROS PHOBIA!!

Las pequeñas luminarias dejaron de salir para dar paso a cientos grotescas calaveras aladas, fantasmales cabezas humanas constreñidas de dolor y horribles demonios de carne putrefacta; el francés dio un paso atrás ante aquel horror, intimidado por semejante espectáculo, incapaz de reaccionar.

Pero sabía que no podía correr, empuñó su lanza con ambas manos e intentó golpear a aquellos entes infernales, pero éstos eran como agua, y se dejaban impactar como si tal cosa para despues recomponerse y atravesar el cuerpo del muchacho, haciendo con su boca en ocasiones un movimiento similar al de un mordisco.

Para François, los efectos de éstos ataques se empezaron a notar enseguida, aquellos espíritus dejaban en él una indescriptible sensación de ardor gélido al tiempo que le robaban las fuerzas, mermando su resistencia cada vez más, hasta soltar su arma y caer de rodillas en el suelo, sacudiéndose cada vez que una de estas criaturas atravesaban su cuerpo y se llevaban un poco de su alma.

Pero aunque sus fuerzas mermaban, seguía queriendo derrotar a la condesa, y la miraba desafiante, a ésta sin embargo no parecía importarle, y lo miraba sonriendo triunfante, expresión que desapareció cuando el Lecarde, con dificultad, empuñó su lanza y, apoyándose en ella, se volvió a poner de pie, pese a los continuos embites de aquella cohorte de demonios.

- ¿Aún no te mueres? - preguntó ella intentando disimular su sorpresa - ¡Así lo único que haces es alargar tu sufrimiento!

Sin contestar una sola palabra, François sonrió, clavando el mástil de su lanza en el suelo y empuñándola en la base de la pica.

- Tantos esfuerzos - se dirigió a la vampiresa - y al final eres tú quien va a desaparecer.

- ¿¡Como dices!?

Súbitamente, la punta de la lanza se inflamó con una incandescente llama turquesa, mucho más viva que la anterior y tan brillante que iluminaba toda la zona, cegando además a la condesa, cuyos ojos escocían ante esta visión.

- Yo ya no puedo debilitarme más, así que ya da lo mismo - se dijo - ¡¡TEMPESTAD CELESTIAL!!

La llama se apagó de repente, y de la pica salió un poderoso viento huracanado que arrastraba consigo enormes lenguas de fuego, Erzhabeth contempló impotenten cómo el vendaval barría y desintegraba todos y cada uno de los demonios invocados por su tartaros phobia y cerraba la infernal puerta que había abierto, no pasó mucho rato hasta que ella misma se vio afectada, con su pálida piel abrasada por las llamas y su cuerpo arrastrado por el fuerte viento, maldijo a François a viva voz, pero éste no la escuchaba y vacíaba las pocas fuerzas que le quedaban a través de su lanza, prolongando el sagrado huracán hasta que acabó hincando la rodilla en el suelo, jadeando, a punto de perder la consciencia.

Ya no sentía la presencia de Erzhabeth Barthory.

Había... ¿vencido?

Sin atreverse a confiarse, se levantó, haciendo un esfuerzo que se le antojó sobre humano, y miró a su alrededor, en el lugar sólo quedaban los escombros de la obra y la batalla, sonrió y volvió la vista al frente, momento en que volvió a oir la voz de la condesa, atronadora, fuera de sí.

- ¡¡MALDITO PERRO SARNOSO BASTARDOOOOOO !!

La vampiresa se apareció justo enfrente de él, embistiéndolo con furia, intentando clavarle sus afiladas uñas, el cazador reaccionó justo a tiempo para detenerla con su lanza y rechazarla con una débil patada, perdiendo el equilibrio en el proceso, lo que la condesa aprovechó para contraatacar, lanzando un zarpazo en vertical con el que le rasgó la camiseta antes de agarrarlo por el cuello con una sola mano.

- Ahora, vas a morir - le dijo con una sádica sonrisa - te mataré lentamente... ¡Y GOZARÉ CONTEMPLANDO TU AGONÍA!

Tras aquellas palabras empezó a reirse de forma grotesca, el Lecarde cerró los ojos, debilitado e incapaz de luchar, se rindió a la idea de morir cuando la risa de Erzhabeth se calló de inmediato y él cayó al suelo, entreabriendo los ojos para contemplar cómo la condesa daba con sus huesos en el suelo tras, aparentemente, haber sido atravesada por una suerte de diminutas estrellas fugaces que ahora se perdían en la oscuridad de la noche.

- ¡Suelta a mi marido! ¡ZORRA! - Gritó una voz que le resultó conocida.

- E... ¿Elisabeth? - preguntó, antes de ser alzado por unas manos fuertes y femeninas.

- Si, cariño, soy yo - contestó ésta - ¿Estás bien? - preguntó con preocupación - ¿Te encuentras bien? ¡Luis y Erik vienen de camino, yo me he adelantado!

Más seguro, abrió los ojos, encontrándose el rostro de su esposa frente a sí, mirándolo con una mezcla de preocupación y alivio.

- Estás... sangrando... - observó él mientras veía como un pequeño hilo de sangre caía por la frente de su esposa.

- ¡Idiota! ¿Y tú qué? - lo abrazó - ví aquella... cosa - dijo refiriéndose al Tartaros Phobia - desde lejos y supuse que estarías en problemas.

François sonrió.

- Gracias...

- ¿¡Cómo te atreves a atacarme por sorpresa, perra desgraciada!? - exclamó la voz de la vampiresa a espaldas de Elisabeth.

La mujer volteó la cabeza, y vio a la condesa de pie, andando hacia ellos.

- ¡Deja quieta esa lengua venenosa! - le espetó - ¡Tomo el relevo de François!

- Es muy poderosa - le advirtió éste - Ten muchísimo cuidado.

Elise asintió con la cabeza.

- Tranquilo... ¿Puedes mantenerte en pie? - le preguntó mientras lo levantaba junto a ella.

- S... Sí, creo que sí - replicó él manteniendo el equilibrio tras soltarlo su mujer.

- Bien - sonrió - pues a partir de aquí es cosa mía.

Se dio la vuelta y se encaró con la condesa, que la miraba con desprecio.

- ¿Lista para convertirte en polvo? - preguntó desenvainando su espada estelar, que emitía un blanquecino brillo cegador.

Erzhabeth no dijo nada, sólo dibujó en su rostro una sonrisa enigmática.

A Elisabeth ésto no pareció extrañarle lo más mínimo, ni siquiera se inmutó, esperó un par de segundos saltó hacia un lado, dejando que una decena de puñales, como los que un rato antes le había azuzado la condesa a François, se estrellaran y desintegraran contra el suelo.

- ¿Eso es todo lo que puedes lanzar contra mí? - preguntó la Kischine - Parece que mi marido te ha llevado al límite de tus fuerzas.

La condesa se mordió el labio inferior de rabia.

Elise sonrió y empezó a avanzar hacia Erzhabeth, que comenzó a retroceder, espada en mano, empezó a acelerar el ritmo cuando una mano tiró fuertemente del cuello de su camiseta.

- ¡¡CUIDADO ELI!! - oyó la voz de su marido, que era quien tiraba de ella, desde su espalda.

- ¿¡PERO SE PUEDE SABER QU...!?

No terminó la pregunta, un enorme boquete se abrió entre ellos dos y Erzhabeth Barthory.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó sobresaltada

- Algo... enorme... y... translucido - explicó su marido, que había caído al suelo, entre jadeos - iba a... aplastarte...

- ¿¡Qué!?

- Vaya, vaya, vaya... pareces tener problemas, Erzhabeth - intervino una voz masculina.

- ¡Métete en tus asuntos! - contestó ésta, ofendida.

El matrimonio miró a su alrededor, el lugar se había vuelto a cubrir por una espesa niebla, la voz resonaba en todo el recinto.

- ¡Vamos, no seas desagradable! He venido a echarte una mano... ¿No te alegras?

- ¿Quien eres? - preguntó Elisabeth al aire - ¡Muestrate!

- Oh, es verdad - repuso la voz - Es una descortesía conversar de esta manera, sin revelar mi aspecto.

La niebla empezó a concentrarse a la derecha del matrimonio, unos metros más allá, y pasó a tomar la forma de un joven vampiro, de oscuro cabello lacio ondulado hacia las puntas, vistiendo un elegante traje negro y con un hermoso rostro andrógino.

- Hola, Elisabeth Kischine y François Lecarde - saludó haciendo una cordial reverencia.

- ¿Sabes quienes somos? - preguntó François.

El vampiro se rió con suavidad.

- ¡Muchacho...! Nada sucede en ésta ciudad sin que yo me entere, y naturalmente conozco a todos y cada uno de sus habitantes, o... al menos, a los más importantes.

- ¿Qué has venido a hacer aquí? - lo interrumpió la condesa con brusquedad.

- Se nos requiere, condesa Barthory, hemos de regresar los dos

- ¿¡Qué es lo que pasa ahora!? - protestó la vampiresa.

- Reunión - se limitó a contestar él.

- ¡Mierda! Ahora que estaba a punto de... - renegó mientras se daba la vuelta.

Dos nuevas voces aparecieron, llamando al matrimonio a lo lejos, los cuatro miraron al punto donde, de la oscuridad, emergieron dos hombres, corriendo a toda prisa.

Eran Luis y Erik.

- ¡Esta vivo! - exclamó la condesa, con los ojos desorbitados, mirando fijamente al Belmont.

- Vaya, vaya... interesante... - comentó el vampiro recién llegado - ¡Eh, vosotros! - los llamó - ¿Quienes sois?

Pero los dos compañeros lo ignoraron y se dirigieron hacia Elisabeth y François; de cerca se les podía observar mejor, tenían la ropa desgarrada y sangraban por diversas heridas, aparentemente producidas por garrazos, Erik además lucía unos cuantos moratones, destacando un ojo hinchado.

- ¿Estais bien? - preguntó el Fernández al matrimonio una vez llegaron hasta ellos.

- Si... más o menos - contestó Elisabeth.

- ¡Vaya pintas llevais! - señaló François, riéndose con debilidad.

La condesa, por su parte, miraba a Erik como si fuera un fantasma.

- Como... ¿¡Cómo demonios has sobrevivido!? - insistió, preguntando directamente al pelirrojo.

- ¿Y te lo preguntas? - contestó - No deberías haberme subestimado a un Belmont, condesa.

El vampiro joven carraspeó.

- Perdona muchacho ¿Un Belmont? - rió - los Belmont ya no existen, Schneider Belmont fue el último.

- ¡Dios, que pesados! - murmuró Erik con hastío.

- En todo caso... - continuó - Antes os he hecho una pregunta... decidme ¿Quienes sois?

- ¡Hay que joderse el chupasangres! - exclamó Luis - ¿Y quien coño eres tú?

El nosferatu rió de nuevo.

- Oh, por favor ¿Qué gracia tendría si os lo revelo?

- ¿Qué gracia tendría si te lo revelaramos nosotros? - contestó Erik con descaro.

El gesto del recién llegado cambió por completo ante aquella respuesta, inmediatamente Luis se alertó y tiró a su compañero al suelo, saltando él hacia atrás.

Apenas un instante despues, con un gran estruendo, un enorme boquete se había abierto en el suelo.

- ¿¡Qué era eso!? - exclamó el pelirrojo.

- Algo enorme... y translúcido - respondió su compañero.

El Belmont miró entonces al vampiro con atención, desprendía una presencia enorme, similar, si no superior, a la de Erzhabeth Barthory.

No era un vampiro corriente.

Entonces se dio cuenta de que, sobre la solapa de la chaqueta del traje del recién llegado, figuraba una especie de escudo plateado, aparentemente bordado.

Rápidamente se levantó, observándolo con detenimiento.

- Luis, impúlsame - indicó a su colega.

- ¿Cómo? - preguntó éste, sin entender lo que el pelirrojo había querido decir.

- Impúlsamente - señaló al nosferatu - hasta él.

- ¿¡QUÉ!?

- Oh, ¿Quieres luchar? - dedujo el aludido.

- Si... - contestó Erik - luchar... sí, eso es...

- ¿¡Estás loco!? - le espetó Luis, alarmado - ¿¡Tú sabes lo que estás diciendo!? ¡Este tío es!

- ¡Ya sé lo que es! - lo interrumpió su colega - sólo impulsamente ¿Vale? tendré cuidado...

El español asintió sin mucho convencimiento, y se preparó, colocando un apoyo con sus manos.

- Bien... ¡allá voy!

El pelirrojo corrió hacia Luis y se subió a sus manos, éste lo alzó al instante, haciéndolo alcanzar el impulso suficiente para llegar hasta su objetivo.

- ¡¡¡DRAGON P...!!!

Sin embargo, ni siquiera llegó hasta él, ya que lo rechazó al instante con una fuera inusitada, sin ni siquiera mover un dedo, pero sí que consiguió lo que pretendía, ya que pudo vislumbrar aquel pequeño escudo en la solapa del traje de su adversario.

- ¿Ya? - le preguntó Luis cuando cayó de bruces en el suelo - ¿Contento?

- ¡Sip! - respondió el pelirrojo, sin levantarse.

El vampiro se rió desde las alturas.

- ¡Sencillamente ridículo! - se burló - En fin... - miró a la condesa - se nos hace tarde, y no me gustaría tener que explicar los motivos de nuestro retraso, tú además no saldrías muy beneficiada que digamos - se volvió a dirigir a Elisabeth, François, Erik y Luis - pronto volveremos a vernos, os lo aseguro... hasta entonces, sabed que nada de lo que hagais escapará de mi control...

Empezaron a desaparecer, desomponiéndose sus figuras en algo parecido a murciélagos que empezaban a echar a volar en mitad de la noche, el vampiro recién llegado se marchó primero, pero la condesa tardó un poco más.

- Tarde o temprano volveremos a coincidir... ¡Y entonces acabaré definitivamente con vosotros!

Y se desvaneció con una risotada.

Los cuatro cazadores permanecieron allí unos minutos más, hasta que finalmente decidieron levantarse y emprender el camino a casa, comentando las batallas que habían librado.

Sólo Erik no hablaba, enfrascado en descifrar la imágen de aquel escudo de armas, un cancerbero entre cuyas tres cabezas se alzaban otras dos testas de dragón, cuyo cuerpo quedaba oculto por un escudo interior ilustrado por un león que blandía una espada.

Sabía que lo había visto en alguna parte, pero incapaz de adivinar donde, ni cuando.

- Otro adversario más - comentó al aire - Esto empieza a ponerse interesante ¿no?

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Al final no sé cómo habrá quedado ya que me he forzado a terminarlo hoy, lo que sí sé es que he introducido todos los elementos que quería.

Luego, cuando me duela menos la cabeza, lo revisaré

Au revoir! ^_^

Secreto: (Pincha para leerlo)

Publicado: 12:54 22/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: : Reflexiones de un friki
Pues sí, finalmente, ya dispongo de internet en mi xubuntu gracias a un oportuno cambio de Imagio a Digital + y la posibilidad de poner mi Router conectado directamente al ordenador.

Y como gana el jodío.

Ayer pasé media tarde haciendo instalaciones y trasteando, resulta que el SO venía sin los paquetes de español del Firfox y el GIMP y tuve que empezar por ahí, una búsqueda rapidilla y hop! los instalé junto con otras ochentaypico actualizaciones, ahora por ese lado ya lo tengo 100% funcional.

Especialmente soprendente me pareció el gestor de paquetes Synaptic, una pequeña búsqueda y puedes instalarte casi cualquier cosa en nada de tiempo, me chocó que despues de pelearme a lo bestia con la consola para instalar el amsn se me ocurriera buscar ¡Y ahí estaba! menos de un minuto y ya estaba trasteandolo, sensacional.

Hoy me voy a poner un poco más a lo bestia y voy a seguir dejándolo más a mi gusto, he solucionado la papeleta del reproductor de vídeo y sonido con el Video Lan y voy a mirarme el Open Oficce, aunque con el procesador de textos actual voy tirando, ya que las funciones que utilizo son idénticas a las del Word.

Toda una maravilla de SO, vaya que sí.

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Publicado: 08:53 20/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Si vis pacem, para bellum

- Imposible…

Nervioso, Luis colocó el dedo en el touchpad del portátil y, una a una, empezó a revisar todas las ventanas, sus ojos no daban crédito a lo que veía.

- No intentes buscar un indicio de que me equivoco – sugirió Erik – es imposible, el software no miente.

- ¿Sucede algo? – François se asomó por la puerta con su hijo en brazos, desconcertado.

- Si – repuso Erik con fastidio – parece que alguien quiere evitar que averigüemos qué está pasando.

El español se retiró a toda prisa del lado de su compañero y se dispuso a salir.

- ¿A dónde vas ahora? – lo detuvo el pelirrojo sin retirar la vista de la pantalla – Tenemos que ir al St. Charles ¿recuerdas?

- La profesora puede esperar – respondió Luis mientras pasaba al lado de François, que se había apartado para abrirle paso - ¡Primero voy a tener unas palabras con monsieur Jacques!

Y se marchó dando un portazo.

El Belmont cruzó los brazos y se echó hacia atrás, torciendo el gesto, sin dejar de mirar a la pantalla.

- Pues estamos bien… - murmuró.

François suspiró y se dirigió al salón.

- ¿Tienes hambre? – preguntó al pelirrojo desde allí.

- Me comería un ladrillo – confesó éste mientras se levantaba de la cama.

Una cierta sensación de derrota se apoderó de ellos mientras Erik almorzaba – una sencilla y deliciosa tortilla de champiñones que se preparó en unos minutos – el propio Belmont parecía desconcertado, no alcanzaba a comprender por qué les ponían obstáculos.

Después de que el Lecarde se las ingeniara para dormir a su hijo, a eso de las cinco, Erik comentó a su amigo las obras de la catedral, éste corrió hacia un revistero que había al lado del sofá y cogió el periódico del día, que había comprado tras pasar toda la noche de patrulla, antes de ir a recogerlos, en él no se comentaba nada sobre el asunto.

- Nôtre Dame es la catedral de París y uno de sus símbolos – destacó mientras cerraba el periódico – si hubiera habido un escape de gas y la necesidad de levantar el suelo habrían avisado con todos los medios a su alcance – lo lanzó al sillón de al lado con fastidio – no tiene sentido.

- Y uno de sus reclamos turísticos, no lo olvides – el pelirrojo se metió en la boca el último pedazo de tortilla y lo saboreó antes de tragarlo.

- Dijisteis que ibais al St. Charles a interrogar a la señorita Delacroix ¿no? – se interesó – Elisabeth o yo mismo podríamos encargarnos de eso.

- Te lo agradecería – confesó el Belmont – me parece que voy a necesitar desahogarme de alguna forma, y Luis también… necesitamos salir de caza.

Al poco de terminar de hablar Erik sonó el portero, toque corto, como siempre, François contestó, avisó de que René dormía y tras unos minutos subieron Elisabeth y Simon.

- ¿Dónde anda Luis? – preguntó el menor enseguida, notando que el Fernández no se encontraba allí.

- ¿Qué tal todo? – se interesó acto seguido la mujer - ¿Habéis sacado algo en claro hoy?

- Pues… - Erik se inclinó hacia delante – que han elegido un muy mal momento para hacer obras en Nôtre Dame y que en la comisaría le han dado trabajo a un virtuoso del photoshop, por lo demás, nada ¿Y a vosotros cómo os ha ido?

Simon negó con la cabeza.

- Nada hoy – contestó.

- Tal vez la batalla del otro día les puso sobre aviso – dedujo Elise - hemos recorrido toda la ciudad y no hemos notado nada extraño.

- Nada extraño… - el pelirrojo se volvió a apoyar sobre el respaldo y miró a su interlocutora – la calma siempre precede a la tempestad, no lo olvides.

- Lo sé – se sentó al lado de su marido – no me cuentas nada nuevo, pero nos hemos visto toda París mas de dos veces en toda la tarde y nada.

- De todas formas habrá que salir a patrullar esta noche – intervino François – y yo tengo que localizar a Delacroix.

Elisabeth lo interrogó con la mirada y su esposo se lo explicó todo, pero ella no quedó conforme.

- Eso será mejor hacerlo mañana – sugirió – cuando salgamos será casi de noche y la escuela habrá cerrado, intentar localizarla es una pérdida de tiempo cuando al día siguiente sabes perfectamente donde puedes hablar con ella.

- También es verdad – reconoció él.

- En todo caso – los interrumpió Simon – esta noche toca farra ¿no? – se dirigió a la puerta principal – entonces necesito relajarme, voy a tomar el aire un rato.

Lo observaron desaparecer y cerrar la puerta con cuidado, después se relajaron en sus respectivos lugares.

- ¿Y bien? – preguntó Erik de repente a Elisabeth - ¿Cómo lo hace mi hermano? ¿Se lo toma en serio?

Elise, que se había recostado junto a su marido y apoyado en su hombro, contestó una voz tan suave y relajada que ni parecía la suya.

- No te preocupes por él, sabe perfectamente lo que hace y por qué… es un chico responsable…

El pelirrojo sonrió conforme.

- Habría que localizar a Luis ¿no? – sugirió François – tendrá que venir para que podamos irnos.

Erik se rió.

- Ahora estará pegando gritos en plena comisaría, si de verdad quieres conservar la cabeza sobre los hombros será mejor que esperes a que vuelva.

Después de eso callaron, para el joven Belmont era un ejercicio habitual relajarse y abstraerse a su propio mundo antes de una batalla, François y Elisabeth parecían hacer lo propio.

Era un ejercicio que le gustaba, disfrutaba con la soledad, por ello cerraba los ojos y bloqueaba sus sentidos, encontrándose de repente en un enorme espacio negro y vacío.

Su primer adversario era él mismo.

Se concentró tanto que no sintió siquiera que Elise, tras darle un beso en la mejilla a su marido, salía de casa y se dirigía escaleras arriba.

En la azotea Simon disfrutaba de la brisa, el estruendo de la civilización llegaba lejano allí arriba y los fríos rayos del sol crepuscular acariciaban su rostro.

Aquel lugar era un paraíso natural hecho de ladrillo y cemento, exactamente igual que su emplazamiento de descanso favorito en Almería, el faro del paseo marítimo, donde él y Alicia acudían solamente para ver pasar las horas, en completo silencio.

Aquella noche lucharía, para poder vivir algún día esos momentos de paz absoluta.

Cerró los puños y tensó todos sus músculos, estaba listo para combatir.

- Parece que te gusta este sitio ¿eh?

Sobresaltado, se dio la vuelta, Elisabeth Kischine salía a la azotea por la puerta metálica que daba acceso al edificio.

- Me parece un buen sitio para relajarme – contestó volviendo a mirar al frente – la vista es preciosa.

La mujer se puso a su lado, apoyándose de la misma forma que él.

- ¿Qué querías? – preguntó el muchacho tras unos minutos de silencio.

- Anoche… - se incorporó y se colocó las manos a la espalda – pude hablar por teléfono con Loretta… me habló de todo lo sucedido – su tono de voz se tiño con un punto de preocupación, era casi maternal – Me preguntaba si te encontrabas bien.

- Hombre – repuso Simon – estoy consciente y de pie, y listo para bajar ahí y patear unos cuantos culos.

- Me alegro… – sonrió – también me comentó que en un momento dado te protegiste milagrosamente de uno de sus ataques…

- Cierto, pero no sé qué era ni cómo lo hice – reconoció avergonzado.

- ¿Y si te dijera que… yo sí que lo sé?

La vista del muchacho pasó de la calle al rostro de su interlocutora.

- Lo… ¿lo sabes?

Elise asintió con la cabeza.

- Loretta me lo describió, sin lugar a dudas puedo decirte qué fue eso… y mostrártelo.

- ¿¡De verdad!?

La mujer se separó de la barandilla y caminó unos pasos.

- Observa.

Simon se dio la vuelta y la miró, decidido a absorber hasta el último detalle de lo que viera.

- ¡¡¡CROSS BARRIER!!!

Lo vio como si fuera a cámara lenta, centenares, no, millares de diminutos luceros rodearon por completo a Elisabeth, conformando una esfera, antes de transformarse todas y cada una de ellas en pequeñas crucecitas que emitían una luminiscencia celeste.

El Belmont se quedó con la boca abierta.

- Pe… pero qué es.

Elise sonrió.

- Es una vieja técnica mágica de tu clan, los Belmont, desarrollada por tu antepasado Juste.

Pese a que la mujer estaba quieta, las cruces permanecían en constante movimiento, Simon se dio cuenta de que podía resultar una defensa aún más efectiva que su Deffensive Cross.

- Pero, si la desarrolló uno de mis antepasados ¿Cómo es que tú la conoces?

- La amistad entre los Kischine y los Belmont tiene como origen justamente aquella generación – explicó ella – Juste Belmont y mi antepasado Maxim Kischine eran amigos y compañeros de armas, y aprendieron mucho el uno del otro, ésta técnica – levantó levemente los brazos – es una prueba de ello.

- Pero… - el joven parecía confuso – yo nunca he oído hablar de ella, ni en los libros que hay en casa de los Fernández ni en los manuscritos que mi hermano se trajo de nuestra primera casa ¿Cómo pude…?

- ¿Haberla ejecutado? – lo interrumpió – Muy simple, la llevas en la sangre.

- En… ¿la sangre? – ahora sí, definitivamente, estaba confuso - ¿quieres decir que la he heredado?

Elisabeth asintió con la cabeza.

- Así es, de hecho, esa es la prueba de que realmente eres el heredero del sagrado poder de los Belmont, y el que seas capaz de utilizar el Holy Cross, es otra.

- Vaya, así que… - la voz de Simon se apagó un poco – no tiene nada que ver con mis esfuerzos… sé usarlas sólo porque soy un Belmont.

- No – respondió ella, cortante – Tus genes recuerdan esas técnicas, pero es necesario un entrenamiento excepcionalmente duro para llegar a donde tú has llegado, y aún así – sonrió de nuevo – aún puedes mejorar mucho más.

Aquello lo animó un poco más, le desagradaba la idea de que todo su entrenamiento y las horas encerrado en la biblioteca de la casa de los Fernández no hubiera servido para nada.

- Y ahora – concluyó mientras hacía desaparecer la Cross Barrier con un movimiento – bajemos, ya ha anochecido, así que Luis habrá vuelto ya al piso.

Y en efecto así era, cuando cruzaron la entrada a la casa el Fernández estaba allí, relatando lo sucedido en la comisaría mientras se contenía para no alzar la voz y despertar a René.

- …Al final me he dio de allí sin sacar nada en claro y sin las fotos reales ¡Mierda!

- Vaya, parece que te lo has pasado bien – comentó ella, jocosa, mientras arribaba al salón.

- Si, vamos, de puta madre ¿Nos vamos ya?

Apenas los vio a todos preparados, Erik con su doble cinturón, el brazalete de Leon Belmont y su Salamander, Luis equipado con sus ropas de combate y François vestido para la ocasión con ropajes negros adornados con costuras de color verde oscuro y su lanza Alcarde a la espalda, Simon corrió a la habitación de invitados a recoger su armamento, mientras se preparaba los escuchó hablar.

- Y digo yo – comentó François – alguien se tendrá que quedar con el niño ¿no?

- A mí no me miréis – contestó Erik.

- Estoy demasiado cabreado como para hacerlo bien, paso – confesó Luis.

- He estado hablando arriba con Simon – informó Elisabeth – se queda él, está algo cansado y necesita reposo.

Al menor de los Belmont le ardieron las orejas, en voz baja la llamó, visiblemente enfadado.

- ¿¡Cómo que me quedo aquí!? – protestó - ¡No pienso quedarme a descansar mientras ellos luchan! ¡No me he embarcado en éste viaje para vaguear! Además ¡Esto no es lo que habíamos hablado!

- Cierto – reconoció ella, que ya llevaba a la cintura su Espada Estelar – pero si no quieres descansar, siempre puedes aprovechar el tiempo en otras cosas como… qué sé yo… trabajar en una técnica recién descubierta ¿No crees?

Simon sonrió y asintió, parecía haber quedado conforme.

Tras volver a guardar sus cosas y cambiarse, salió a despedir al grupo y a prepararse café, sabiendo que le esperaba una noche muy larga.

Por otra parte, fuera, el grupo se dividió en dos, guiando Elisabeth a Luis hacia los puntos calientes vampíricos de la ciudad mientras François y Erik patrullaban por las zonas principales de la misma.

Los dos amigos se sorprendieron de la tranquilidad que reinaba aquella noche, especialmente François, que aprovechó para sugerir al Belmont la idea de dirigirse hacia la catedral, y así revisar las obras aprovechando la iluminación artificial así como la que les proporcionaba la luna, éste aceptó de buen grado.

- Dios mío ¡En plena puerta principal! - gimió el Francés cuando llegaron al lugar.

- Está más destrozado que ésta mañana – observó el pelirrojo – no han perdido el tiempo, no.

Sin más dilación, empezaron a revisar los escombros sin separarse, desde el exterior del precinto de obras, entonces una intensa presencia inundó el lugar.

Una presencia que a Erik le resultaba muy familiar, y a François, de alguna forma también.

Ambos se incorporaron, se alejaron de la zanja y empuñaron sus armas.

- Vaya, vaya, vaya – pronunció una atronadora voz femenina que inundó todo el lugar – me ha costado encontraros, os escondéis bien…

Miraron a su alrededor, una espesa niebla los envolvía ahora.

- ¡Ahórrate el espectáculo! – Espetó el pelirrojo a la niebla – la primera vez tuvo gracia ¡Ahora aburre!

La voz se rió.

- Oh ¿De verdad me reconoces? ¡Es todo un halago!

- Por supuesto que sí – asintió – ¡así que déjate de tonterías y muéstrate!

Retrocedieron hasta alejarse lo suficiente del punto donde la niebla empezaba a concentrarse y a tomar forma, creando una silueta femenina cada vez más definida que, en humeante estallido, acabó revelándose como una bella mujer alta, de piel extremadamente pálida, brillante cabello negro de tonalidad verdosa, carnosos labios pintados de color negro azulado y un sugerente vestido de seda color carmín.

- Hola, Erik Belmont – saludó la recién llegada con un deje de malignidad en su voz – hola – miró al Francés y le hizo una burlona reverencia – François Lecarde.

Erik sonrió, su aura comenzó a arder.

- Hola, Erzabeth Barthory.

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Publicado: 15:59 11/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: Delirios y Cabreos Pikmin
Imaginad que sois el estratega de un campo de batalla y que los del bando enemigo son unos completos inútiles que sólo usan el mismo tipo de armas una y otra vez.

Poneis multitud de trampas e impedimentos, seleccionais muy bien a vuestros efectivos según sus cualidades, ataque y defensa están perfectamente medidos y equilibrados...

Llega el momento de la batalla y coseis a hostias al ejército enemigo, literalmente, y cuando ya creeis que habeis ganado la guerra van y te sacan una enorme máquina de guerra, una especie de tanque futurista supertocho que lo aguanta todo, sólo dispara obuses, pero lo hace con una potencia demencial y no hay manera de pararlo. ¿El resultado? Te ha vencido un garrulo sin la más mínima noción estrategica.

¿Qué es lo que sientes? Impotencia.

Eso, y un cabreo monumental.

Pues bien, sintetizad eso en el Pokémon Battle Revolution y ya sabreis lo que me ha sucedido en 2 combates seguidos WiFi: Equipos con 5 pokémon diferentes, aparentemente equilibrados pero con 4 ataques del mismo tipo que en las batallas 3 vs 3 caen como moscas pero, llega el momento de defenestar al último pokémon y ¿Qué te sacan? Un Dialga con el que sólo usan DISTORSION y claro, el equipo que antes no ha sufrido un rasguño ahora cae de un sólo golpe, dando tiempo durante el turno de descanso a lo sumo a provocarle algún daño o un cambio de estado medianamente jodiente con el que, a fin de cuentas, no le haces nada.

Lo mejor es cuando intercambias el pase amigo y descubres que ese equipo, aparentemente bien construido, es una mierda como un castillo con stats ridículos y 4 ataques del mismo tipo, algunos de ellos autodestructivos del tipo Derribo o A Bocajarro.

En fin... combatir con niñatos es lo que tiene... supongo



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Publicado: 21:03 09/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki : Delirios y Cabreos Pikmin
Pues si, anoche conseguí lo que ya veía imposible: las 120 estrellas y, en consecuencia, terminar el modo principal de Super Mario Galaxy.

Sé que a muchos estas impresiones les parecerán producto de la enfermiza mente de un pikmin fanático Nintendero, pero qué quereis que os diga, para mí los juegos son juegos, y ya los puede hacer Nintendo, SEGA, THQ o EA que si son buenos los pondré por las nubes igualmente.

Y Mario Galaxy, amigos míos, no es bueno, es magistral.

Desde el mismo momento en el que la característica voz de Charles Martinet grita el nombre del juego en la pantalla el Canal Disco sabemos que estamos ante algo grande, y la presentación, con el ataque de Bowser al castillo de Mushroom Kingdom y el consiguiente secuestro de la Princesa Peach, nos lo demuestra.

Y eso sólo es un aperitivo, tras la bonita pero anódina galaxia Puerta Celestial comienza una aventura de proporciones épicas en todos los sentidos, donde recorrer superficies relativamente minúsculas es sólo una excusa para ofrecer diversión sin precedentes y situaciones de lo más diversas, las galaxias se diferencian tanto entre sí que encontrar similitudes es harto difícil, y cada una ofrece un reto diferente, por lo que sentir un dejavú es tan improbable como que se presente Miyamoto en tu casa a ofrecerte su puesto en Nintendo.



Gráficamente es lo más impresionante visto en Wii y lo más bonito jamás visto en cualquier consola, esta última afirmación la comprendes cuando te pegas un paseo por la zona helada del Volcán Gélido, Jardín Celestial o Paseo Infernal y te quedas embobado mirando cómo la iluminación incide en las placas de hielo o el sol entrando y refractándose en el agua cristalina de la galaxia Lágrima, por poner un par de ejemplos, la verdad es que podría a ponerme a describir situaciones y efectos y no acabaría nunca, tal es la variedad del juego.

Mención especial a Bowser, la gigantesca tortuga malosa, con una melena cuyos mechones se mueven independientemente a merced del viento, una gesticulación tremenda, brillantes escamas en relieve fruto de una mezcla de bump mapping y brilli brilli y un verdadero caparazón queratinoso bien pulido, las batallas contra él son dignas de ser alargadas hasta el infinito sólo para deleitarse obsrvando sus movimientos y escuchando la épica bgm, con coros y todo.



Porque esa es otra cosa digna de mención además, la magnífica banda sonora orquestal, bella, elaborada y épica, casi impropia de un Mario, donde imperan más los temas alegrones y rítmicos, casi funcionales, y sin embargo aquí nos asaltan grandísimas melodías desde el mismo momento en el que pisamos la galaxia Ovoestrella, podría destacar muchísimas composiciones, pero mi vena nostálgica me puede y siempre acabo yéndome al tema principal de Super Mario Bros, ese graciosísimo Arrange de Super Mario Bros 3 o las magníficas versiones de las pantallas del barco de guerra del anteriormente mencionado y los niveles de Bowser en Super Mario 64.



Y esa es otra, a Nintendo le encanta homenajear su más glorioso pasado y Super Mario Galaxy es la más fehaciente prueba de ello, con el alumno fijándose cada dos por tres en su maestro, la esencia de Super Mario Bros 3 está en cada esquina del juego, en ese ambiente casi de decorado teatral de la nave de Estela, en esas fases en las que debes limitarte a sobrevivir en una plataforma, en el retorno de Mario Fuego, en los disfraces que desaparecen de un golpe y en muchas cosas más, Nintendo se adora, y sabe que nosotros la adoramos también, se regala homenajes y nos los regala también a nosotros.



Y así, cogiendo un poco de lo que los fans consideramos mejor de cada juego y añadiendo ese toque Miyamotesco que nunca puede faltar es como se crea una obra de arte digna de ser contemplada.

¿Mi veredicto? Creo que queda suficientemente claro: absolut win, game of the month, game of the year, best game of all times, etc, etc...

Yo creía que no se podía crear un Mario más perfecto que Super Mario Bros 3, pero Nintendo, con Miyamoto a la cabeza, me ha demostrado todo lo contrario.

Ahora sólo me queda rejugarlo con Secreto: (Pincha para leerlo)
y, esta vez sí, detenerme para contemplarlo todo con detalle. En la partida inicial lo he degustado con relativa rapidez para darme tiempo a probarlo todo, ahora toca saborear

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Publicado: 09:24 06/12/2007 · Etiquetas: · Categorías:
Pues sí, parece que no pueda tocar nada en mi ordenador sin que tenga que tirarme dos o tres días intentando solucionar algo, y ha sido empezar a trastear el Xubuntu y toparme con la primera dificultad.

Y es que mi ADSL de Telefónica no parece llevarse demasiado bien con el sistema operativo, conectando poniendo la clave sin más no hay forma, y si la configuro manualmente no sé cómo conectar... una puta locura.

Ahora eso sí, el Linux, de vicio, jodidamente rápido y hasta bonito, todo parece bastante accesible, sólo me queda meterle los códecs necesarios y tirar con la solución para USB WiFi que me ha planteado mi colega, claro que para eso primero tengo que ser capaz de conectarme a internet

Si alguien me da una solución me ayudaría horrores

Publicado: 12:24 05/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: : Reflexiones de un friki
Bueno, no exactamente, ya que Windows seguirá en mi ordenador y lo continuaré utilizando

Pero recientemente tuve la oportunidad de probar Ubuntú y su versión ligera Xubuntu en casa de un buen amigo mío que hace poco se ha pasado a éste SO.

Y me ha gustado, es sencillo, ligero, sobrio, rápido y eficiente.

Para mis 256 MB de RAM lo que haré será instalarme Xubuntú

Ya he montado las particiones y, apenas solvente algunos problemillas, para esta noche Linux y Windows estarán conviviendo en mi ordenata.

Espero que sea tan bueno como la primera impresión que me causó.

Publicado: 15:28 03/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The Silence of Daylight

Erik regresó a la mansión alrededor de la media noche, al tiempo que Luis, preocupado, volvía de una larga caminata buscándole.

Para sorpresa de todos, el pelirrojo sonreía, siendo incapaz de contestar a su compañero y a Loretta cuando le preguntaron por ello, sencillamente estaba de buen humor; con el permiso de la menor de las Lecarde se sentó en el mullido sofá del salón y se quitó los zapatos, respirando de alivio y dejándose hundir en la tranquilidad, encontrándose al mirar arriba con Stella, que lo observaba con cierta expresión de orgullo en el rostro.

- ¿Cómo está Simon? – preguntó al aire.

- Descansa – contestó Luis, sentándose a su lado – está hecho migas, no podrá moverse hasta mañana por lo menos.

Erik cerró los ojos y respiró.

- Al menos está bien…

- Deberías echarte a dormir tú también – sugirió Stella tras unos minutos de silencio – pareces cansado, te vendrá bien un sueñecito.

- Hemos hablado con François – comentó Loretta – él se hará cargo de la caza ésta noche ya que vosotros no estáis en condiciones.

El Belmont asintió, y escuchó los pasos de las hermanas desaparecer entre los pasillos del lugar.

- ¡Bueno…! – Luis dio una palmada en el hombro de su compañero y se apoyó en él para levantarse – No sé qué te ha pasado pero dentro de lo que cabe tienes buena pinta… - dio un par de pasos en dirección a la escalera y se dio la vuelta – escucha, mañana a primera vamos a ir a revisar las escenas mientras Simon patrulla junto a Elisabeth, acuéstate y duerme… lo necesitarás.

Erik asintió y echó la cabeza para atrás, escuchando los pasos de su compañero en la escalera ¿Tenía ganas de subir? No, la verdad es que no, en aquel momento podría haberse dormido incluso sobre una tabla de clavos…

Se hizo el silencio tras la puerta de la habitación, y tras unos minutos se convirtió en un pesado sopor, que lo envolvió lentamente.

Lo último que recordaba, antes de dejarse vencer por el sueño, fue haber visionado en su mente aquellos ojos acuosos, cargados de un torbellino de sentimientos.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Espabila!

Entreabrió los ojos, Luis lo zarandeaba, cosa que habitualmente no era necesario, sin duda debía estar agotado para haber caído en un sueño tan profundo.

- ¿Mñmnnnquehoraessznmmmn?

- Las siete – respondió éste con rapidez – vamos, tenemos cosas que hacer…

Se frotó los ojos y se incorporó con desgana, ya de pié reparó en el hilillo de baba que le caía hasta la camisa.

- ¡Hala! ¡Que pintas llevas! – exclamó Simon, divertido, bajando por las escaleras.

El pelirrojo sonrió al oír la voz de su hermano, que también lo ayudó un poco a espabilarse, aparentemente se encontraba perfectamente bien.

- ¿Pintas? – Preguntó algo más despierto - ¿Tan mal voy?

- Sólo mírate – Loretta apareció ante él, abriendo la palma de la mano y haciendo aparecer en ella un pequeño cristal pulido.

Erik pegó un respingo, su aspecto era realmente cómico, con la larga melena aplastada sobre el lado derecho, unas grandes ojeras y aún restos de babas en la comisura de los labios, no pudo hacer otra cosa que reírse de sí mismo.

- ¡Anda toma! – Exclamó Luis mientras le lanzaba su bolsa de deporte, con sus cosas ya preparadas - ¡Venga, espabila que nos vamos ya!

Haciendo caso a su compañero, echó a correr hasta el hall y de ahí a la puerta principal hacia el jardín, pero antes de salir a éste volvió a mirar al interior de la mansión, donde aún se hallaban las hermanas.

No quiso decir nada ¿Para qué? Si a fin de cuentas parecían poder leer la mente.

Pensando que volverían a emprender el camino a pie, de dio la vuelta de nuevo, para encontrarse allí a François esperándolo en su coche, tan ojeroso como él.

- ¡Acelera! – lo apremió su hermano pequeño

- Ya va, ya va – contestó mientras los alcanzaba y se acomodaba en el asiento del acompañante.

Antes de partir de regreso al piso el francés saludó con la mano en dirección a la puerta de la mansión, con una semisonrisa, Stella y Loretta habían salido y también los saludaban, Luis y los hermanos Belmont hicieron lo propio.

Las hermanas contemplaron cómo el automóvil desaparecía en una de las esquinas próximas y bajaron la mano.

- ¿Gilipollas? – preguntó la mayor, en referencia al pelirrojo.

- Agradecido – respondió la menor con una sonrisa.

- O sea, – concluyó finalmente Stella – Gilipollas.

Un par de calles más allá, en el coche se había hecho el silencio, Erik echaba su última cabezada, Luis se repiqueteaba las rodillas con los dedos de la mano izquierda y Simon miraba por la ventana, contemplando aquellas calles que tanto le gustaban.

- Ha pasado el comisario Jacques esta mañana – comentó repentinamente el Francés.

El pelirrojo abrió los ojos y alzó la cabeza mientras que Luis concentraba toda su atención en su interlocutor.

- ¿Qué quería? – preguntó con interés.

François suspiró.

- Aparte de despertar a René – comentó con cierto enfado – ha traído las fotos de las escenas de los secuestros…

- Pero si ya las tenemos – lo interrumpió Erik.

- …En formato digital – continuó el Lecarde.

El pelirrojo dio una palmada en señal de celebración.

- ¡Bien! – Exclamó - ¡Eso nos ayudará a analizarlas mejor y descubrir detalles!

- Cierto – convino Luis – pero antes tenemos que ir a esos lugares, al menos a la mitad en el día de hoy, antes de que anochezca.

- No – intervino Simon con tono rotundo – antes vamos a desayunar, estoy que muerdo.

Erik rió.

- Lo evidente lo obviamos, por supuesto.

Los demás se unieron a él y rieron, en mayor o menor medida, durante un rato, hasta que se volvió a hacer el silencio… a ninguno se le escapó que François parecía mucho más serio de lo normal.

- Mi abuela Loretta me ha contado lo sucedido – dijo éste a los Belmont – os pido disculpas en su nombre, no lo hacen con mala intención, simplemente sus métodos son… expeditivos.

- No importa – las disculpó Simon sin demasiado interés, más concentrado en la calle.

- Bueno, al final – comentó Erik estirándose – no fue tan malo, creo yo…

- Yo no las he sufrido, pero – el ceño fruncido de Luis se reflejaba en el espejo interior – he de decir que no estoy nada de acuerdo con sus métodos, ignoro lo que pretendían, pero no creo que haya nada que justifique el hurgar en las heridas del pasado.

Erik torció el gesto y agachó la cabeza, las imágenes de la ilusión volvieron a su mente.

- ¿Eran así de duras contigo, Fran? – preguntó el muchacho del pelo pajizo, pretendiendo continuar.

- ¡Oh, sí! – contestó el francés sin pensárselo siquiera – la verdad es que me han dado una infancia y una adolescencia terribles, pero es su forma de entrenar – se rió con cierta nostalgia – he crecido más entre ilusiones que en el mundo real.

El Fernández gruñó y miró por la ventana, momento en el que se dio cuenta de que ya se aproximaban a la casa.

Nuevamente se repitió el ritual de la noche que llegaron a Francia, con el toque de aviso y la llegada en silencio al apartamento, con la pregunta de rigor que ésta vez recibió como respuesta un silencioso “Shhhhhht”

Los cuatro jóvenes entraron en el más absoluto de los sigilos, en el pequeño parque móvil dormía plácidamente el bebé, mientras Elisabeth Kischine se levantaba, daba un cariñoso beso a su marido y dedicaba una amplia sonrisa a los otros tres.

El desayuno ya estaba preparado en la mesa, y todos lo acogieron con gran alegría, sentándose de inmediato a devorarlo.

- Así que hoy vais a empezar al fin con la investigación ¿no? – preguntó ésta, cuyo semblante mostraba cierta alegría.

Erik asintió con la boca llena, metiéndose entre pecho y espalda un gran bol de cereales chocolateados.

- ‘a ‘nemos la’ ‘oto’…

- Si necesitas que traduzca… – bromeó Luis, dirigiéndose a la mujer, que negó divertida con la cabeza – saldremos apenas desayunemos y digiramos un poco, además necesitaremos ayuda para orientarnos – dio un largo trago a su café con leche – vosotros sabréis decirnos mejor cómo llegar a los lugares… con que nos los marquéis en un mapa vamos que nos matamos.

- Deberíais esperar unas horas antes de salir – sugirió ella.

Los dos colegas alzaron la vista.

- François no ha dormido un ápice ésta noche, ha tenido que encargarse de la caza él sólo – lo miró a la cara, realmente al Lecarde casi se le cerraban los ojos – si se va a quedar aquí a cuidar de René mejor que descanse primero.

Luis frunció el ceño, pero Erik asintió conforme.

- ¿Es que no ha pasado nunca 48 horas sin dormir? – preguntó el Fernández, entre molesto y extrañado.

- Bah, déjalo correr – intervino el pelirrojo – Elise tiene razón, deberíamos estar al 100% para hoy y los próximos días, ahora que estamos listos toca ponerse las pilas.

Luis arrugó la nariz y dio el último sorbo a su café.

- Bien – aceptó finalmente – aprovecharemos para organizarnos, cambiarnos y echar un vistazo a esas fotos.

- Gracias – apreció el aludido con una semisonrisa – un sueñecito reparador sí que me hace falta, la verdad.

Al contrario que la última vez que se reunieron en el salón, nadie puso la televisión, a sólo un día del último rapto, la marca del fracaso era demasiado profunda, y no querían volver a escuchar la misma cansina noticia que, día tras día, se repetía en cada informativo.

Mientras finiquitaban su desayuno, la mente de cada uno volaba a un mundo distinto, y nadie volvió a hablar hasta que acabaron de comer y se dispersaron, dirigiéndose Luis y Erik a la habitación de invitados, François y Elisabeth a la de matrimonio y quedando Simon recogiendo los platos y vasos.

- Voy a entrar con Fran a la habitación un momento – indicó la mujer al menor de los Belmont – ahora cuando salga fregamos ¿vale?

El muchacho asintió sin problema, y recogió la mesa con parsimonia, suponiendo que le llevaría bastante tiempo.

Mientras, en la habitación de invitados el Fernández subía la persiana y se regocijaba con la claridad del día al tiempo que Erik se desnudaba hasta quedar en calzoncillos y preparaba su ordenador portátil.

- Dame el CD cuando puedas – solicitó a su colega.

El Fernández, que lo había cogido de la mesa del salón, lanzó el compacto al pelirrojo, que lo cogió al vuelo.

- Bueeeeeeeno – murmuró mientras abría la bandeja de CD del ordenador e introducía el disco con delicadeza – vamos a ver qué es lo que traes por aquí.

Entre tanto Luis, que se había quedado de nuevo en camiseta imperio y calzoncillos, revisaba las fotografías ya impresas.

- Tendría que haber visitado Francia más veces – se lamentó, ceñudo - ¡no reconozco ninguno de estos lugares!

- Pluraliza – contestó Erik, que ya había accedido rápidamente al CD y echaba un vistazo rápido a las imágenes – porque ya somos dos… ya manda huevos que nunca nos hayan mandado por aquí de misión…

- La mayoría de sitios son lugares comunes – observó el Fernández – patios de colegio, callejones, una plaza…

El Belmont alzó la mano, deteniendo su enumeración.

- Y un lugar que sí conocemos – completó con una sonrisa mientras señalaba la pantalla – la catedral de Nôtre Dame.

Luis se sentó rápidamente a su lado, y sonrió de la misma forma en la que lo hacía su amigo.

- Bueno, pues ya sabemos por donde empezar – decidió.

Fuera de allí, Elisabeth salía de hacer compañía a su marido y se unía a Simon en la limpieza de la cocina, visiblemente más seria e incluso preocupada, el Belmont se sorprendió tanto por este cambio que no pudo evitar preguntar si por un casual habían tenido una disputa.

- No, por supuesto que no – replicó enseguida – pero desde anoche hay algo que parece que lo perturba y… no quiere contárselo a nadie.

El muchacho torció el gesto.

- ¿Desde anoche?

- Si, desde que su abuela Loretta llamó para contar cómo estabais…

Simon dejó el plato que tenía en las manos en el armario y volvió a colocarse al lado de Elisabeth para seguir secando.

- Ya sé que no lo conozco desde hace mucho, pero… - continuó ella – nunca lo había visto en éste estado… no dejo de preguntarme qué era…

- Supongo que debería contártelo ¿no? – opinó el joven – en una pareja no deberían existir secretos.

- ¡Y no los tenemos! – contestó ella – ¡François siempre me lo cuenta todo y yo hago lo mismo! Debe ser algo muy grave… o muy personal.

- O ambas cosas

- Esperemos que no…

La mujer suspiró.

- Simon ¿Cómo era tu relación con Alicia?

El chico la miró de repente, confuso, no esperaba aquella pregunta.

- Bueno… tanto como relación… - no sabía cómo empezar a hablar – Alicia y yo no pasamos demasiado tiempo como novios… de hecho puede que – suspiró – no llegáramos ni a los veinte minutos ¿Por qué me lo has preguntado?

Elise sonrió con cierta tristeza.

- Bueno… habeis pasado diez años bajo el mismo techo según me contó tu hermano… reconozco que os tengo cierta envidia… os habéis podido conocer bien… a veces me pregunto cómo sería tener una pareja a la que conoces de toda la vida.

- En realidad – el muchacho secó el último bol – entre hermanos hay incluso más secretos que entre amigos, y no hablemos ya de parejas… Alicia y yo crecimos como tales hasta que nos dimos cuenta de que éramos más que eso el uno para el otro.

- Supongo que, a fin de cuentas, François necesitará también algo de intimidad – reconoció mientras cerraba el grifo – cuando quiera hablarme de ello lo hará ¿no crees?

Simon asintió.

- Curioso que me hagas a mí estas confidencias – observó.

- Siempre he querido un hermanito para hablar de estas cosas – confesó ella.

- ¿Por qué?

- Pues porque no compiten para quitarte el novio ni son envidiosos, básicamente.

Simon se rió con aquel comentario.

Se sentaron de nuevo en el salón, pidiendo él tumbarse en el sofá, ya que el cansancio aún le afectaba un poco, a lo que ésta accedió sin problemas, poco después René se despertó, pero su madre se puso a jugar rápidamente con él, acallando sus lloros.

- Así es como soy incapaz de imaginarme – comentó el muchacho de repente.

- ¿Cómo? – preguntó ella con curiosidad.

- Casado y con hijos… creo que no soportaría ese ritmo de vida.

- Se soporta, créeme.

Luis y Erik salieron en ese momento de la habitación ya vestidos, el Fernández ataviado con unos pantalones de pinza azul oscuro y una camisa celeste apagada y el Belmont con un pantalón de pana marrón, camisa blanca con corbata y chaleco sin mangas abrochado, ambos estaban eufóricos.

- ¿Se puede saber a donde vais? – preguntó Elisabeth con voz autoritaria, borrándoles la sonrisa de las caras.

- Ya sabemos por donde vamos a empezar – informó Erik con voz casi militar – empezaremos por Nôtre Dame.

- ¿La isla de la Cité? – Simon se levantó – eso está en el quinto conejo ¿no? Además, Nôtre Dame es enorme.

- Lo sabemos – contestó Luis – así que puede que echemos toda la tarde allí, por eso nos vamos ya.

- Bien – aceptó Elisabeth – nosotros nos iremos cuando François despierte.

Los dos colegas asintieron con la cabeza y, despidiéndose con un gesto, salieron a la calle.

Una vez fuera, aceleraron el paso pretendiendo llegar lo antes posible, pero no tardaron en darse cuenta del error que habían cometido al no coger un mapa de la ciudad cuando se perdieron por cuarta vez.

Finalmente tuvieron que tragarse su orgullo y preguntar a la gente, horrorizándose Erik ante el nefasto francés de su compañero y parándose a preguntar cada cierta distancia.

Finalmente, de las alrededor de las nueve que eran cuando salieron de casa de los Lecarde, llegaron a la fastuosa catedral a medio día, con un agotamiento y un dolor de pies que se desvanecieron al instante al comprobar que, en el frontal oeste, donde según las fotos había desaparecido uno de los niños, se estaban llevando a cabo obras en el suelo.

Pálido, Erik corrió hacia los albañiles, saltándose todas las vallas y cercos.

- ¡Un momento! ¡Un momento! Arretez! Que faisez-vous? QUE FAISEZ-VOUS????

Uno de ellos, que estaba levantando suelo con un pico, se levantó lentamente, mirando al pelirrojo como si estuviera loco.

- ¿Eh? ¿Qué pasa niño?

Luis, que había corrido junto a él, lo observó, era el paradigma de obrero, con barriga cervecera, brazos asombrosamente fuertes y barba de tres días, sudaba bajo un sol que a ellos dos sólo les daba frío.

- Oiga, sólo por curiosidad ¿Tiene la más mínima idea de los que está haciendo?

En la voz de Erik se mezclaban enfado, sorpresa y terror por lo que estaba viendo tras el hombre, mientras los demás albañiles trabajaban.

- Claro – contestó éste como si tal cosa – tenemos que reparar una fuga que se ha producido por aquí.

- ¿¡Una fuga!? ¿¡Aquí!? ¿¡Ahora!? – preguntó al borde del colapso - ¿¡Sabe que éste es el escenario de un crimen!?

El obrero se encogió de hombros.

- Mira niño, no sé tú, pero yo obedezco órdenes y tengo una familia que mantener, así que mejor aléjate que estás en zona de obras y además malgastando mi tiempo, que me pagan por horas.

El Belmont abrió ampliamente la boca, evidentemente para gritar, cuando Luis le puso la mano en el hombro y lo sustituyó en la conversación.

- Disculpe – intervino – ya sabemos que le estamos haciendo perder el tiempo, y nos hacemos cargo, pero – sacó del bolsillo trasero su placa de la Policía Nacional Española – estamos aquí en representación del cuerpo de Policía Español colaborando con la Policía Francesa en la investigación de la desaparición de los niños… Según sabemos uno de ellos desapareció aquí y se supone que esto debería estar clausurado a la espera de la resolución del caso.

El hombre se rió discretamente, evidentemente a causa de la paupérrima pronunciación del español.

- Si, ya sé que aquí desapareció uno de ellos, fue en una visita a la catedral, de hecho – explicó – mi hijo pequeño estaba en el grupo.

Aquello los sobresaltó, sin comerlo ni beberlo habían obtenido nueva información.

- ¿En una visita dice? – Preguntó Luis - ¿Del colegio?

El hombre asintió.

- ¿Podría darnos el nombre de la profesora de su hijo? – solicitó.

- ¡Claro! –aceptó – su nombre de pila no me lo sé, se apellida Delacroix, Mademoiselle Delacroix, del colegio Saint Charles.

- ¡Bien! – exclamó el joven, satisfecho – lo recordaremos, muchas gracias.

- Otra cosa – volvió a decir Erik - ¿Sería posible hablar con el capataz y que paralizaran la obra un par de horas para permitirnos revisar la zona?

- Ooooh no, a tanto no llegamos, comemos de esto – respondió el albañil, tajante – si queréis podéis acercaros por aquí mañana antes de las siete de la mañana, si es que necesitáis claridad.

El pelirrojo frunció el ceño, ante lo que Luis vio la necesidad de volver a intervenir, agradeciendo al hombre su colaboración y llevándose de la obra a su compañero casi a rastras.

- ¡Puta madre! – maldijo éste cuando ya estaban bastante lejos – Saben perfectamente que hay abierta una investigación ¡Y SE PONEN DE OBRAS! ¿PERO DE QUÉ COÑO VAN?

- Contente un poco ¿vale? – le ordenó Luis con rotundidad – volvamos al apartamento y cojamos un mapa de allí, tenemos que localizar el St. Charles.

El regreso fue más corto – llegaron a las tres de la tarde – pero más pesado debido a las cansinas protestas de Erik, que llevaba un cabreo de aupa. Al llegar se encontraron a François dando de comer a su hijo, o al menos intentándolo, ya que René, tenía más ganas de juerga que de cualquier otra cosa, lo saludaron apresuradamente y mientras Luis buscaba algún callejero por el salón, su colega, algo más calmado, se abalanzaba sobre su portátil, ante la pregunta del Fernández sobre qué hacía, Erik contestó con un escueto “tengo un presentimiento”

El francés tendió un mapa con rapidez a su amigo, cuyo humor mejoró bastante al obtener la situación del St. Charles, a donde se dirigirían inmediatamente.

Contento, entró en la habitación de invitados junto a Erik y se puso a contemplar las fotografías impresas, tenía ganas de hablar con sus padres y con Esther sobre los avances realizados, de hecho iba a llamarlos cuando la voz del pelirrojo lo sobresaltó.

- Luis... tienes que ver ésto.

El muchacho del pelo pajizo se dirigió a la cama, donde su compañero trasteaba con el portátil en cuya pantalla estaba abierto un programa de retoque fotográfico, con múltiples ventanas mostrando mediciones superpuestas a una de las imágenes digitales contenidas en el diskette, concretamente la de Nôtre Dame.

Los miró uno a uno y palideció.

- No puede ser... – murmuró incapaz de creer lo que veía - esas fotos…

Erik asintió y se mesó el cabello con pesadez.

- Si – confirmó con voz queda – estas fotos han sido modificadas…

----------------------------

Secreto: (Pincha para leerlo)

Publicado: 13:17 02/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
Episodio 1

Episodio 2

Episodio 3

Episodio 4 y final

Bueno, pues con éste ya he indexado los dos fanfics publicados en mi blog y con ello aliviado bastante la bandeja de destacados.

Yo me lo he currado, ahora os toca a vosotros, please --> <--

Publicado: 11:51 02/12/2007 · Etiquetas: castlevania, fanfic, indice, osaka, rhapsodia, twilight · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia : Índices
Inicio
__________________________________________

Prólogo: Amargo amanecer

Episodio 0: Decisión

Primer Interludio

Saga de la vergüenza o Saga de los Belnades
_________________________________________

Episodio 1: Romantic Moonlight

Episodio 2: Echoes of Darkness

Episodio 3: A vision of dark Secrets

Episodio 4: Orlox

Episodio 5: Night Stalkers

Episodio 6: The Den

Episodio 7: Night Struggle

Episodio 8: Endless Sorrow

Episodio 9: Grief and Sadness

Episodio 10: Troubled Times

Episodio 11: Equipment Discussion

Episodio 12: Elemental Tactician

Episodio 13:  Opposing Bloodlines

Episodio 14:  Revenge

Episodio 15: Slash

Episodio 16:  Waiting in the Darkness

Episodio 17: Confrontation

Episodio 18: The follower of Darkness

Episodio 19: Inversion

Episodio 20: Guilty Feeling

Episodio 21: Redemption

Episodio 22: Ephemeral Rest

Episodio 23: Welcome Home darling

Episodio 24: The goodbye of the Lovers

Episodio 25: Those who i protect

Episodio 26: The Brotherhood

Episodio 27: Missions

Episodio 28: Arikado Genya

Episodio 29: Heritage

Episodio 30: Disrupted Family

Episodio 31: Al-Azif

Episodio 32: Painful Memories

FlashBack: Twin Tears

Episodio 33: Remorses

Episodio 34: Crownless

Episodio 35: Violent poem of Sabbath

Episodio 36: Unknow Stranger

Episodio 37: Moonlit Wilderness

Episodio 38: Communication

Episodio 39: Herd of Wolves

Episodio 40: Honor

Episodio 41: Hope

Episodio 42: Angelium

Demon Castle Saga: Episodio 1

Segundo Interludio

Saga de los niños o Saga de los Lecarde
_____________________________________________

Episodio 43: Dolls of Darkness

Episodio 44: Bad Times in Heaven

Episodio 45: Family

Episodios 46 y 47:  Firsts Steps y Se7en

Episodio 48: The Discolored Wall

Episodios 49 y 50: The three trials y Echoes of Bravery

Episodios 51 y 52: Untold Secrets y Dead or Death

Episodio 53: Don't wait until Night, Hearts of Fire

Episodio 54: The Silence of Daylight

Episodio 55: Si vis pacem, Para bellum

Episodio 56: Iron blue Intention

Episodio 57 y Flashback: Orphan y Crimson Dawn

Episodio 58: Confused Feelings (part 1)

Episodio 59: Confused Feelings (part 2)

Episodio 60: Confused Feelings (part 3)

Episodio 61: Relax

Episodio 62: Hard Rain

Episodio 63: Moonlight Rendez-vous

Episodio 64: Spiritual Tremor

Episodio 65: Carnival Eves

Episodio 66: Masked Carnival

Episodio 67: Carnival Announcement

Episodio 68: The Midnight Carnival (Part 1)

Episodio 70: The Midnight Carnival (Part 2)

Episodio 71: The Midnight Carnival (Part 3)

Episodio 72: Teus Deus Meus (in manibus tuus)

Episodio 73: After Battle

Episodio 74: The talented ones

Episodio 75: SKILL

Episodio 76: Testudo quietude

Episodio 77: Apprentice

Episodio 78: Vicious Mindblow

{TR SPECIAL] Episodio 24.5: Nymphomaniac Phantasia

Episodio 79: Portrait of Destruction

Episodio 80: Death Flower Succubus

Episodio 81: Garden Forgotten by Time

Episodio 82: Unfair Judgment

Episodio 83: Loyal Rebellion

Episodio 84: Newborn

Episodio 85: Holy Orders (be Just or be DEAD)

Episodio 86: Investigation

Episodio 87: Research (part 1)

Episodio 88: Restless Night

Flashback: On the Edge

Episodio 89: Research (part 2)

Episodio 90: Rebels with a cause

Episodios 91 y 92: No place to Rest y War

Episodios 93 y 94: Invitation of a Crazed Moon y Antichapel (part 1)

Episodio 95: Antichapel (part 2)

Episodio 96: Skeleton Den

Episodio 97: Clockwork

Episodio 98: Big Battle (parte 1)

Episodio 99: Big Battle (parte 2)

Episodio 100: Not over yet

Episodio 101: Trezire di Spirit

Prelude of Twilight

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